¿Cuál es el personaje con el que más te identificas?

domingo, 22 de julio de 2012

· Capítulo 3: .. ¿¡QUÉ?! [Primera parte.]

  
   Era extraño.
  
   Quizás fuera por el ruido incesante del motor. Quizás por que el aire acondicionado me daba directamente en la cara, y me congelaba la nariz. O quizás, por otra parte, fuera porque aún dormida seguía atenta a la conversación de mis padres.
  
   Sea lo que fuere, soñé con unos ojos lilas, como los de la abuela.
  
   Exacto, como los de nana, pero se notaba que no eran los de ella. No tenían ese brillo. Y lucían tristes, como si nunca hubieran sonreído al son de los labios felices.
  
   Y ya está. Sólo soñé eso: Unos ojos, en la oscuridad. Siquiera alcanzaba mi vista a su nariz o a sus cejas. No sabía si el sujeto era hombre o mujer. No pude ver nada más, pero sí podía escuchar.
  
      --- ¿Puedes verme? --- Decía. Tenía la voz profunda.
  
      --- No.. No puedo.
  
      --- Entonces, sienteme.
  
   Y ahí terminó el sueño.
  
   Para cuando abrí los ojos quedaban menos de 1 kilómetro para llegar a la casa de mi abuela, y menos de diez minutos de camino.
  
   La conversación que mis padres habían conseguido mantener mientras dormía había muerto en algún punto del camino. Mi madre se volvió al oírme gemir mientras me estiraba y me pasó un botellín de agua.
  
      --- Buenos días, princesa durmiente.
  
      --- Buenos días. --- Sonreí un poco. El dormir me había hecho bien. --- ¿Queda mucho?  
  
      --- No, unos diez minutos.
  
      --- Ah, que bien. Estoy deseando darle un abrazo a la abuela.
  
      --- Ya, sobre eso..
  
      ---  Angelique, ¿Crees que nos habrán hecho un festín para recibirnos? --- Saltó de repente mi padre. 
      Mi madre suspiró y asintió. 
   
      Y ya no hubo más conversación hasta que llegamos a la entrada de la casa. 
   
      Seguía igual que siempre. Una casa grande, muy grande, alzándose con orgullo sobre el enorme jardín que poseía. Fuentes, calzadas, estanques y flores, flores por doquier. Por un momento me pareció mucho más grande de como lo recordaba. Y el bosque que bordeaba toda la finca, aún más oscuro de lo normal. 
   
      Salté del asiento del coche tan rápido como pude librarme del cinturón. La chaqueta de Ron había resbalado por mis hombros de lo grande que me quedaba. Pero no lo noté porque sólo podía pensar en una cosa. 
   
     Nana está ahí.. Nana está conmigo. 
   
      Corrí hacia la enorme puerta de entrada de la mansión, ignorando los gritos de mi madre. Ellos me daban igual, solo quería abrazar a la única persona que me había querido de verdad y a la que llevaba tanto sin ver. 
   
      Las puertas ya abiertas escondían tras de sí a una fila de mayordomos vestidos de negro. Uno de ellos, el más mayor de todos y el que estaba adelantado un paso más, dijo con una voz honda y espesa:
   
      --- Encantado de recibirla, señorita Nouva. Soy Nar, el mayordomo personal del señor de la casa y el que corrige a todos los demás sirvientes de la finca. Es un placer tenerla en los dominios. ¿Me permite preguntarle el lugar donde se encuentran sus padres?
   
      Por un momento me quedé en blanco. Su postura recta y erguida, su sonrisa rígida y seca, y aquella forma de clavar sus ojos en mi rostro.. Me ponía de los nervios. 
   
      Carraspeó, y yo salí de mi ensoñación. 
   
      --- Eeh.. Están aún en la entrada, creo. En el coche. 
   
      --- Genial, entonces. Permita que alguno de mis compañeros le acompañe a sus apo.. 
   
      --- ¿A qué se refería con señor? --- Le corté de repente. Que yo supiera, mi abuela era viuda. 
   
      --- Me refería al señor Laestrhän, por supuesto. Relevó el lugar de su abuela después de su fallecimiento. 
   
      --- ... ¿Del fallecimiento de quién?
   
      --- De su abuela, Violetta Nouva. 
   
   En ese mismo momento mi madre y mi padre entraron en la sala con otros dos mayordomos detrás, que cargaban las maletas. 
   
      --- .. ¿Qué es ..? --- Dijo mi madre. Entonces me miró, y supe que lo sabía. 
   
   Nana ha muerto... ¿Verdad?    ¿¡VERDAD?!
   
   Juro que quise gritarlo. Juro que quise chillar con todas mis fuerzas esas palabras. Juro que quise abalanzarme sobre esa madre que nunca me quiso, poner a las sombras en su contra y llorar todo el dolor que tenía dentro. Pero la sorpresa era un buen analgésico y yo aún estaba en estado de shock. 
   
      --- Cariño.. Cariño, mírame. --- Murmuró Angelique, mirándome con preocupación en los ojos. Aparté la vista.
   
   ¿Por qué no me lo dijiste?
   
      --- Abby, mira a tu madre. --- Dijo ahora Thomas, mi padre. Seguí mirando el suelo.


   ¿Por qué no me dijísteis que estaba sola?
   
      Una persona desconocida bajó por las escaleras, mirándolo todo con el ceño fruncido. 
   
      --- ¿Qué es lo que pasa aquí? 
   
      --- La señorita no contesta. --- Contestó Nar. 
   
      --- ¿Y por qué no? --- Siguió el desconocido. No paró de caminar y acercarse hasta que estuvo frente a mí. Sus zapatos, lo único que podía ver de él, estaban manchados de barro. Sentí una mano en mi mejilla, tan suave y fría como una brisa. Fruncí el ceño. 
   
   No ha muerto. Es imposible. No la he visto morir. No te acerques.
   
      --- Al parecer no sabía nada de la muerte de la Señora Nouva. 
   
      --- ¡ NO HA MUERTO! --- Grité, al fin. --- ¡ NO HA MUERTO, PORQUE NO LA HE VISTO MORIR! --- Y las palabras fueron acompañadas del dolor más grande y pesado que mi alma podía soportar, rebosando en lagrimas. 
   
   La misma mano que acariciaba mi mejilla, ahora limpiaba mis lágrimas. Alcé la vista hacia su rostro y los vi. 
   
   Ojos tristes, sin felicidad. Tan violetas como los de mi abuela y tan hastiados del mundo como mi alma ya estaba. Eran los ojos del sueño, y eso me sorprendió tanto que, por un segundo, las lágrimas dejaron de caer y mi corazón dejó de latir. 
   
   Una sonrisa apareció en el rostro del muchacho que tenía delante. 
   
      --- Sí ha muerto, Abelle. Violetta murió hace años ya, y no podemos hacer nada de lo contrario. 
      
   Tanta seriedad, tanta calma.. Cerré los ojos y asentí. Entonces pregunté, mirando a mis padres:
   
      --- ¿Por qué.. ?
   
   A lo que el desconocido respondió:
   
      --- El porqué ya no importa. Lo que importa es que estás al fín conmigo. 
   
   
   

martes, 17 de julio de 2012

· Capítulo 2: Despedidas [Segunda parte.]

  
[HIM - The funeral of hearts.]
  
  
   
  Aún estaba pensando en Ron. Cavilando lo que pasaba por su cabeza y el frío de su comportamiento. Y estaba apunto de correr en a mi habitación para llamarle cuando, de repente, el ruido de unos platos rotos rompió el silencio. 
  
  --- ¡ A DESAYUNAAAAAAR ! --- Gritó mi padre desde dentro. 
  
  Sonreí un poco, me froté los ojos somnolientos [ Eso de no dormir en toda la noche me pasaría factura] y entré en la casa. 
  
  Allí dentro mi padre me esperaba con un gran plato de tortitas en la mesa, y mi madre rebuscando en la nevera el sirope de chocolate. 
  
  --- Tienes que comer mucho. Sabes lo lejos que está la casa de Violetta.--- Dijo mi madre, poniendo el bote enfrente del plato. Se sentó en la silla contigua a la mía y echó un buen chorro de sirope de fresa al montón de tortitas que tenía delante, recién hechos.
  
  Si, la casa de mi abuela estaba lejos, metida en el bosque. Bueno, si llamas casa a ese semejante cúmulo de habitaciones, salas y jardines. Era, según el criterio e Ron, Alex y Nïrell, una auténtica mansión familiar. 
  
  Pero yo no miraba la mansión, me  centraba más en todos los secretos que me había enseñado Nana en el bosque que rodeaba la extensa finca. Éste, denso y algo oscuro, encerraba trucos y trampas por todos lados. Y a mí me encantaba.
  
  Me encantaba pasear de la mano con ella por los senderos. Me encantaba saber lo que hacer en todo momento, allí, dónde más de uno perdería los nervios de estar sólo. Me encantaba oír sus historias sobre los árboles, los animales y los seres que vivían ahí. Si es que aún estaba ahí, porque de todo esto hacía 8 años ya. 
  
  El leve ruido del plato blanco de mi padre en la mesa me hizo volver a la realidad. En su rostro, en el sitio que había frente a mí, me esperaba una sonrisa tan grande y blanca como la de mi madre. 
  
  Fruncí el ceño. 
  
  --- ¿Por qué tanta felicidad? --- Dice, pinchando con el tenedor mis tortitas. No me había dado cuenta de que habían puesto nata montada en ellas. Estaban deliciosas. 
  
  --- ¿Por qué no? Deberías probar eso de sonreír un poco.---- Contestó mi padre. 
  
  Fruncí aún más el ceño y él rió por lo bajo. 
  
  --- Deberías sonreír un poco más de aquí en adelante. --- Saltó mi madre. Tenía la mirada clavada en su plato de tortitas, y ella no parecía sonreír tanto.
  
  .. ¿Mi padre sonriendo y mi madre murmurando? 
  
  Era tan extraño que me parecía incómodo. De ahí que, mientras ellos conversaban sobre el viaje que se avecinaba, yo me dedicaba a devorar mi plato con saña. En cuanto terminé me levanté, dejé el plato en el fregadero y abrí la nevera para sacar el cartón de leche. No tenía ganas de coger un vaso, bebí del cartón sin que ellos se dieran cuenta. 
  
  --- Voy a subir mientras vosotros termináis. 
  
  --- Vale. --- Contestaron los dos a la vez. Y más sonrisas. Tantas de ellos me ponía de los nervios. 
  
  Subí a toda prisa, con el estómago lleno y un creciente sueño a mi segunda habitación. A la habitación Arco Iris. 
  
  A la luz del sol era aún más preciosa que de noche. Y más colorida. Todos mis pensamientos traspasados a imágenes, plasmados en la blanca pared. Una pared que ya no era blanca, ni mucho menos. Cada centímetro era de un color diferente. Todo entremezclado y extraño, exactamente como mi cabeza.
  
  Y ahí, frente a mí, el iris violeta de mi abuela. Era exactamente su ojo, su expresión. Había quedado perfecto.. Acaricié las negras pestañas con la punta de los dedos. El ojo era grande, cubría al menos la mitad de mi cuerpo, y tenía los colores muy concentrados y brillantes. Era un punto de luz en medio de la oscuridad de mi mente. Era mi abuela. Nada podía librarme de las sombras de la misma manera en que lo hacía ella. 
  
  Asentí, sonreí y me agaché para coger la pesada chaqueta entre mis dedos. Aún conservaba el aroma a Ron. 
  
  "Y no lo volveré a ver hasta .. ¿Cuándo? "
  
  Metí las manos en los bolsillos y observé a las sombras. Sólo por puro aburrimiento y cansancio.
  
  Y ahí estaban. Siempre persistentes, tan pequeñas que me resultaba hasta extraño. Ellas se comían la luz, se agrandaban de mis miedos y enfriaban la habitación. Su olor era horrible. 
  
  --- ¡ ABBY ! ¡NOS VAMOOOOS ! 
  
  Miré por el gran ventanal el exterior. Allí estaba mi padre con su coche, justo donde anoche estaba el coche oscuro de Ron aparcado. Si mi padre supiera eso.. Sonreí levemente. 
  
  --- ¡ VOY ! --- Respondí a toda voz. Pero era inútil, los dos estaban ya en el coche. 
    
 Dentro del coche había una tensión creciente, mal disfraza por una conversación parcial entre mis padres. 
  
  El coche arrancó, y la conversación siguió fluyendo hasta llegar a temas que a mí no me interesaban. Desistí del intento de comprender algo y me arrebujé en la chaqueta. Me quedaba enorme. 
  
  Segundos después el sueño consiguió vencerme. Apoyé mi frente contra el cristal y me dejé llevar.