¿Cuál es el personaje con el que más te identificas?

miércoles, 26 de septiembre de 2012

· Capítulo 7: Un baúl lleno de recuerdos.

    
    
    [Bulletproof heart - My Chemical Romance.]
    [The ghost Of you - My Chemical Romance.]
    [Rivers flows in you - Yiruma.]
    [Falling in love - Yiruma.]
    
    
    
    
    
    Capítulo 7: Un baúl lleno de recuerdos. 
    
    
    
    Podéis imaginaros lo increíblemente grande que era la maraña que gobernaba mi cerebro. Mis pensamientos, inconexos, se enredaban, carcomían y pisaban unos a otros en un baile sin ritmo, tono, ni final. 
    
    När y yo pasamos toda esa tarde buscando a Dave, que no apareció hasta la hora de la cena, en el comedor. Al verlo, mi cuerpo me empujó a envolverlo con mis brazos en un gran abrazo de oso de los que tan especializado estaba él, pero lo notaba raro. Distante. Y siguió así con el paso de los días. 
    
    Y pasaron muchos, la verdad. Aunque el tiempo allí, en esa gran mansión, sin preocupaciones ni tareas, era más subjetivo. Las diferencias entre el día y la noche sólo las marcaban la luna y el sol, como si el tiempo no jugara ningún papel importante en ese lugar. Como si la mansión, en sí misma, tuviera una realidad propia. 
    
    No volví a ver a Nathaniel después de aquel.. ejem.. incidente. 
    
    Me costaba reconocer ante När, Mady, y Dave que las pesadillas me habían acechado todas las noches desde que él se quedaba a pasarlas conmigo. 
    
    Aunque las pesadillas no eran un caso nuevo, ésta vez tenían un matiz inquietante que me dejaban sin respiración: Ésta vez, eran mucho más fuertes. 
    
    Déjenme explicarme: Las sombras son cobardes. Te acechan siempre, escondidas en las sombras de las cosas, esperando. Acechan y acechan hasta que te pasa algo malo. Hasta que tu felicidad decae. Hasta que tu 'luz' se hace menos brillante. 
    
    Puede que no lo hayas notado, pero tú tienes una luz interior. Una luz que nunca sale, por eso nunca has sido atacado por una sombra. Pero está ahí, latente, como la llama de una vela. Cada vez que te entristeces, que tu estado de ánimo baja, la llama parpadea, hasta casi llegar a apagarse. Pero no lo hace, porque tu cuerpo la protege de todo los posibles peligros, ¿entiendes? 
    
    Tu gozas de la protección de tu propio cuerpo, pero yo ésta no la tengo. Mi cuerpo, según nana, no ha sido concebido para retener mi luz, si no para expulsarla a gran distancia. Su analogía favorita era un faro, aunque nunca la llegué entender del todo. Sea como sea, un faro tiene cristales y funciona con luz eléctrica, por lo que su luz no se apaga. Pero mi luz está libre, expuesta. Un blanco fácil para las sombras, que lo único que quieren es apagarla. 
    
    Lo único que puedes hacer para defenderte, el truco maestro, está en no dejar que la llama se apague, o mengüe. Mantenerse siempre 'optimista'. O, algo más fácil, aislarse y mantenerse indiferente hacia todo, intentando que sólo te afecten las cosas que te hacen feliz. Recuerdos, palabras, un verso, un color.. Sólo tienes que pensar en algo de eso, y tu 'llama interior' se reforzará. Cuanto más crece la luz, más férrea se hace la cosa que me hace crecer en mi mente, y más difícil es para la sombra convencerme de que no está. 
    
    Puede que parezca complicado, pero en la realidad es sumamente fácil. Más cuando estás con personas que te hacen sentir cómoda. Sólo tienes que tener una imagen en el fondo de tu mente, un recuerdo, cualquier cosa escondida en alguna esquina inservible de tu cabeza. Todo vale mientras siempre lo tengas presente. Y, con el paso del tiempo, tenerla ahí se te hace normal, hasta el punto de que te sientes extraña si no tienes tu punto de apoyo, como lo solía llamar nana, en todo momento. 
    
    Pero, ¿Qué pasa cuando duermes? 
    
    En el sueño, las cosas no son tan fáciles. No puedes concentrarte en retener el punto de apoyo en tu cabeza, por lo que tu llama queda a merced de las sombras toda la noche. Normalmente, tu llama puede aguantar unas dos o tres horas sin menguar de tamaño, pero después, lentamente, las sombras se acercan y van poco a poco apagándola, hasta hacerla casi inexistente, un leve retazo de fuego en tu interior. Es ahí cuando te entran las pesadillas. 
    
    Ahora entenderéis lo reconfortante que era tener la mano de Nathaniel en las noches, ¿no? Sólo su contacto era un punto de apoyo permanente e inamovible de tranquilidad en mi interior. Era como una burbuja de luz propia, una barrera. Fue la primera noche que aproveché entera en meses. El cielo. 
    
    Y ahora no lo tenía. 
    
    Pero, aunque me resentía no tener esa tranquilidad, conseguí acostumbrarme de nuevo. Mi mente se acostumbró a tener siempre el punto de apoyo en alza, aunque eso constituyera no dormir lo suficiente, como siempre. 
    
    Una mañana, Dave vislumbró las ojeras oscuras que había bajo mis ojos, y pude ver en los suyos un leve destello de preocupación, mientras me ponía el desayuno delante. 
    
    Esa noche había sido excepcionalmente tortuosa. Los recuerdos de Alex, Ron y Nïrell habían poblado mi mente toda la noche. Removí la comida en mi plato sin mucha hambre, y con unas ganas increíbles de dormir. 
    
    Dave se arrodilló a un costado de mi silla, mirándome con el ceño fruncido. Sus ojos, mirados desde arriba, parecían mucho más grandes. 
    
    --- ¿Qué te parece si duermo yo contigo por las noches? Quizás eso te ayude.--- Murmuró, a la vez que sus cejas se caían en los extremos. La preocupación en su voz era más que palpable. 
    
    Alzó la mano y me recorrió la mejilla con la yema de los dedos. 
    
    Su roce suave era cálido, cariñoso, pero no tenía nada que ver con la tranquilidad que me inspiraban los dedos de Nathan. Vio la respuesta en mis ojos, dejó caer la mano y me traspasó con una mirada insondable y hercúlea. Parecía, casi, como si se estuviera armando de valor para salir al campo de batalla. Un destello de ira brilló en sus pupilas, y la visión me dejó perpleja. Se levantó y fue hacia la cocina sin decir palabra. 
    
    Ahora que no tenía clases, los días se hacían increíblemente largos. 
        
    Normalmente dedicaba mi tiempo a leer todo lo que pudiera de mi biblioteca, no paré hasta que Celine me advirtió que me haría daño en la vista de tanto leer. Después intenté recordar cómo tocar canciones en el piano de nana, y När me ayudó en las pequeñas lagunas en mis recuerdos. E incluso me enseñó algunas más. Después me dediqué a ayudar ha Mady con las tareas que le imponían. Aunque no tardé mucho en ser relevada de mi nuevo 'cargo', pues tuve un traspiés y me caí. 
    
    El cubo de agua jabonosa para la ropa que llevaba en las manos cayó por los aires y me dejó empapada. Mi pelo chorreaba agua y espuma por todos lados, y mi ropa estaba impregnada de olor a jabón del suelo. Estábamos en el jardín, por lo que el agua fue absorbida rápidamente por el césped. Ojalá me hubiera absorbido a mí también. 
    
    Dave, que se encontraba como a diez metros de distancia, volvió la cabeza en cuanto escuchó el grito que Mady profirió cuando el agua le salpicó las espalda. Dirigió su mirada preocupada hacia mí, que intentaba levantarme con la poca dignidad que me quedaba en el cuerpo, y se echó a reír a carcajadas. 
    
    Miré a Mady, pidiendo algo de consuelo por la mirada, pero ella se tapaba la boca con la manga para intentar no dejar entrever la sonrisa que se apoderaba de sus labios. 
    
    Dave me ayudó a levantarme, con los ojos llorosos de las carcajadas. 
    
    --- Ya es bastante, ¿no? --- Refunfuñé, quitándome los restos mojados de césped de los antebrazos. Eso pareció hacerle reir aún más. 
    
    --- Deberías haber visto tu cara, en serio.. --- Dijo con voz temblorosa, enjugándose las lágrimas con los dedos. Cogió uno de mis brazos empapados y tiró de él hacia la casa. --- Ven, le voy a pedir a Celine una muda de rop.. --- Paró en seco cuando oyó el leve gemido que salió de mis labios al mover el tobillo. Me miró con el ceño fruncido. 
    
    Cerré los ojos con fuerza, mordiéndome la lengua para no dejar escapar la débil queja de mis labios. Un dolor punzante hacía palpitar mi tobillo, ya de por sí dolorido. 
    
    Aspiré repentinamente cuando Dave me levantó en vilo, pegándome a su pecho. Lo miré con los ojos como platos, mientras él componía un mohín infantil. 
    
    --- Solo tú puede caerte con un cubo en las manos y torcerte el tobillo.. --- Susurraba, refunfuñando, mientras caminaba con paso lento hasta la casa. --- Y encima me estás mojando.. --- Siguió. 
    
    En los escasos diez minutos que tardamos en llegar él ya me había echado un sermón extenuado y demasiado detallado de como caminar y no resbalarse en el césped. Para cuando llegamos, Celine le relevó el puesto con un rostro horrorizado y las manos en la boca, por mi aspecto. Me cayeron otros diez minutos de sermón, antes de que llegaran När. 
    
    Para mi profundo alivio, él solo me examinó el pie y me lo vendó en un silencio conciliador, compartiendo conmigo miradas de conspiración. 
    
    Desde entonces, pasé todos los días en cama. Es tan jodídamente aburrido pasar todo el día en una habitación... Las manchas grises y aburridas se difuminaban en el tiempo, sólo coloreadas por unas cuantas visitas por aquí y por allá. 
    
    Celine venía cada mañana, con mi desayuno, a contarme un par de cotilleos de la casa. A mi no me importaban lo más mínimo, pero agradecía el esfuerzo que aquella mujer hacía para hacerme la 'estancia' más llevadera. Mady venía con un blog de dibujo y un par de carboncillos pidiéndome ayuda para completar algunos bocetos. Se le daba bastante bien dibujar. Dave venía cada noche con la cena, y se quedaba sentado en la silla que yo había adjudicado como 'silla de Nathaniel', hasta que había cenado, charlado un poco, y haberme quedado dormida. No sé si después se quedaba la noche entera, pero por la mañana no estaba, y yo seguía teniendo pesadillas. 
    
    Y Nathaniel no aparecía. Y tampoco podía ir al bosque. 
    
    Estas dos semanas (Si, al día siguiente hacía 14 días desde mi llegada, se lo había preguntado a Celine) se me estaban haciendo increíblemente larga. 
    
    Y agotadora, porque la sombras cada vez eran más fuertes. O yo estaba más débil.     
    Sea como fuera, el décimo tercer día de mi llegada llamaron a la puerta poco después del desayuno. 
    
    --- ¡Puedes pasar!--- Grité, desde la cama, creyendo que era Mady con aquel estanque de cisnes con el que estaba inmersa en ese momento. 
    
    Pero no, no era Mady, por supuesto. 
    
    El rostro pecoso que entró en la habitación no era, para nada, mi pequeña y pelirroja amiga. Sus ojos violetas me miraron con una emoción que no pude identificar mientras se acercaba, muy lentamente, hasta su silla, sin apartar en ningún momento sus ojos de mí. 
    
    Entonces es cuando me dí cuenta de lo que llevaba en las manos. 
    
    Era.. ¿Un baúl?
    
    
    

lunes, 24 de septiembre de 2012

· Capítulo 6: Herida abierta. [Segunda parte.]

   
   
   
   [ First to the year - Equinox. (Skrillex)]
   [ Right in - Skrillex ]
   [Snuff - Slipknot.]
   [Wait and Bleed - Slipknot.]
   [Vermilion - Slipknot]
   
   
   Salté de la mesa en cuanto Dave salió de la habitación, pero para cuando me asomé por la enorme puerta de madera oscura, él ya no estaba.
   
   Le llamé (a gritos) hasta que Celine me reprendió por el escándalo que estaba montando. Lo busqué, ahora en silencio, por toda la casa. Salí al jardín, incluso me acerqué a hurtadillas al borde del bosque. Pregunté a todos los sirvientes que me encontraba, ignorando sus miradas curiosas al estar tan ansiosa. Hice caso omiso del dolor palpitante que se apropiaba de mi tobillo, e incluso hice que När me acompañara y me ayudara a buscar a Dave.
   
   ¿Que por qué me tomé tantas molestias? Bueno.. Aparte de Mady, él era uno de mis únicos amigos. Y, más importante ahora que no estaba con todos los demás. Estaba sola en aquella mansión, demasiado grande para siquiera sentirme cómoda en ella. Lo necesitaba, de la misma forma que necesitaba a Ron, Alex y a Nïrell para respirar. 
   
   När y yo nos encontrábamos en uno de los grandes pasillos principales que partían por la mitad la enorme mansión, y llevaba hacia la pequeña plaza que se encontraba en el centro de ella. Aunque no debería referirme a ella como 'pequeña', ahora que lo pienso. Sólo aquella plaza era más grande que mi casa anterior. 
   
   Los dos aportábamos ideas y comentarios en el momento oportuno, pero mientras caminábamos de un lado a otro, buscando al dichoso Dave, compartíamos un cómodo silencio, que me dejaba tiempo para pensar. 

   En algún momento incierto de la tarde, había apoyado una de mis manos en uno de sus blandos, delgados (pero firmes, muy firmes) brazos, ya que el dolor del pie me estaba matando. Sé que es era una tontería seguir buscando a pesar del dolor, pero no podía aguantar un día más encerrada en esa habitación. No podía. Creo que När lo sabía, y por eso no me había mandado allí, puesto que seguro Nathaniel había dado órdenes de tenerme en esa asquerosa jaula de oro. 
   
   Estaba tan habitada a aquel silencio amistoso, que me sorprendió un poco cuando me habló, con esa voz cadenciosa y suave: 
   
   --- ¿Durmió bien con el señor, señorita Nouva?
   
   Alcé la mirada, con los ojos como platos. A medida que mi mente iba analizando esas palabras una a una, el grado de color que aparecía en mis mejillas era cada vez mejor. Me ardía la cara, el cuello y las orejas. Pero, lo que más me sobrepasaba, era aquella vergüenza que me atenazaba la garganta y no me permitía hablar. 
   
   När esbozó una sonrisa tranquilizadora que a mí no me tranquilizó lo más mínimo, y yo, en vez de devolvérsela como pudiera, clavé mi mirada en el suelo y no volví a levantar la cabeza. No podía mirarle. No podía. 
   
   --- Y-yo.. ¿C-cómo es q-q-que ust..? 
   
   --- Señorita --- Me interrumpió suavemente, poniendo una mano sobre la que yo tenía en su brazo. Sentí su mirada en el rostro, pero yo seguí con los ojos clavados en el suelo. No exageraría al decir que, en esos momentos, sentías deseos de morir. --- Señorita.. ¿Por qué este cambio de actitud? ¿Por qué es un tema tabú el hablar de el señor con usted? A mi me parece una cosa bastante.. tierna, si me permite decirlo. 
   
   Alcé un poco la mirada, escondiéndome detrás de mis propias pestañas. Fruncí un poco el ceño. 
   
   --- Además --- Siguió När. Su mano, ligeramente fría y de piel suave, me resultaba tranquilizante.--- El señor necesita que le de de su luz, señorita. Ahora él está carcomido por la sombras, y no tiene a Violetta para que lo purgue. 
   
   Si quería que me volviera a abrir a la conversación captando mi atención, lo consiguió. 
   
   --- ¿Sombras? ¿Él no puede defenderse de ellas? --- Pregunté, algo sorprendida. 
   
   El defenderme de las sombras, después de mi partida, se había hecho tan fácil como respirar. Tenía recaídas, como es lógico, en las que ellas me mantenían retenida hasta que podía hacerles frente de nuevo, pero ya nunca me hacía daño. Ya nunca se acercaban tanto como para hacerme olvidar qué es la felicidad, y la idea de que él no pudiera defenderse de ellas me era extraña. Era como si tú, en tus plenas capacidades cerebrales, no pudieras andar.
   
   När negó con la cabeza lentamente, mirando al frente. 
   
   --- Señorita, las sombras sólo atacan a las personas que son como usted, o como Violetta. Ellas siquiera se acercan a las personas que no poseen vuestras características. Un ejemplo de esto soy yo mismo. --- Me lanzó una mirada suave, cargada de razón. 
   
   Miles de preguntas se formularon en mi mente, y otras tantas que ya tenía de mi niñez y que nadie me había sabido contestar. 
   
   --- ¿Por qué? ¿Por qué sólo me atacan a nana y a mí? ¿Y, entonces, porqué atacan a Nathaniel, si él no es como nana ni yo?
   
   När paró frente a uno de los grandes ventanales que poblaban una de las paredes del extenso pasillo. Estaba abierto, y las cortinas, blanquecinas flotaban en una danza dulce, lenta y encantadora al son de la brisa, que entraba por ella. Las vistas eran preciosas, y por un momento, el bosque se podía ver desde allí arriba me distrajo de la enorme curiosidad que me embargaba. 
   
   --- Señorita, explicar esas cuestiones es labor de el señor Laestrhän, no tengo derecho a explicarle nada de eso. --- Dijo, con la vista clavada, como yo, en el precioso bosque. Las montañas blanquecinas, algo emborronadas por la lejanía, brillaban débilmente al estar plenamente iluminadas con el sol de la tarde, haciendo que todo lo demás brillara a su vez. El efecto hacía parecer como si todo el paisaje estuviera cubierto de rocío, y la luz del sol hiciera resplandecer éste bajo su calor. Sus ojos brillaron. 
   
   En cuanto entendí su negativa, lo miré con el ceño fruncido. 
   
   --- Pero yo quie.. 
   
   --- No, nada de peticiones. --- Me cortó abruptamente, con una sonrisa delgada. Puso su brazo en jarra, para que yo se lo agarrara de nuevo. 
   
   --- Pero När, yo.. 
   
   --- Lo único que le puedo explicar por ahora, señorita, es que el señor necesita de usted para sentirse.. --- Paró un segundo, con aire pensativo.--- ¿Cómo decirlo..? Para sentirse vivo. --- Volvió ha hacer una pausa, esta vez con el ceño fruncido.--- No, más bien sería como.. Él ahora mismo se siente como tú te sentirías al no haber aprendido nada sobre supervivencia contra sombras. Ellas le atacan con las mismas pesadillas que tú sufrías de pequeña, con los mismos malos recuerdos, las mismas malas experiencias. Sacan lo peor que posee su alma, y se lo muestran en sus momentos de más necesidad. Tú, ante eso, te defenderías, pero él no tiene la fuerza para hacerlo, ¿entiendes?
   
   ¿Qué? Me susurré a mi misma. 
   
   --- ¿Y cómo puedo ayudarlo yo? Yo no sé nada más que lo que me enseñó mi nana. 
   
   --- Nana no te enseñó nada, querida. Violetta solo sacó a relucir lo que ya estaba dentro de ti. Ella sólo te ahorró todos esos años que conllevaría el aprender esos dones por ti misma. Unos dones que Nathaniel  no posee. 
   
   --- Entonces, ¿cómo puedo ayudarlo? --- Repetí, con un tono de voz bajo. Me sentía culpable (aunque de una forma bastante poco razonable) por lo que estaba pasando Nathaniel. Al fín y al cabo, yo ya había pasado por esas cosas. 
   
   --- Bueno... --- När volvió a mirar al paisaje, con rostro serio y voz honda y susurrante. --- Déjame preguntarte una cosa, pequeña. ¿Cómo te sientes cuando Nathaniel te toca? 
   
   Bajó la vista hacia mí, con un brillo irreconocible en los ojos. 
   
   Fruncí el ceño, sin comprender. 
   
   --- ¿Tocarme? ¿A qué te refieres..? --- Susurré, con un nuevo rubor en las mejillas. 
   
   --- ¿Sabe, señorita? Nathaniel se asustó bastante cuando escapaste al bosque. Fue él el que encabezó toda la expedición cuando tus padres cesaron en el empeño y abandonaron, extenuados, tu búsqueda. Hicieron llamar a Dave para ayudar, e incluso mandó otra media docena de la servidumbre a ayudar, aunque no hizo falta pedirlo mucho. Todos notamos desaparecer parte del peso de sus hombres, y suavizar parte de la tensión de sus ojos cuando te encontró a los pies de aquel sauce. Te llevó él mismo.. --- Hizo una pausa, en la que me miró con cierto aire gracioso.--- ..en volandas hasta la casa, aunque nosotros estábamos preparados para hacerlo. Y después se pasó toda la noche a tu lado, vigilando para que no recayeras y las sombras te atacaran. Los dos días que estuviste dormida, el mantuvo una de tus manos entre las suyas. 
   
   Paró. Así, sin más. 
   
   --- ¿Y ..? 
   
   --- ¿No resulta evidente? --- Preguntó. --- Dígame. ¿No hay una diferencia, una calma mayor, cuando vuestros cuerpos mantienen un mínimo de contacto? 
   
   Pensé un momento en lo que decía, rememorando esos pequeños trozos de consciencia que pude tener entre sueño y sueño. 
   
   Bueno.. Era cierto que cuando él me tocaba, el dolor se hacía más soportable, más llevadero. E incluso creía recordar que se lo dije una vez. Asentí lentamente, aunque no convencida del todo. 
   
   --- Que él le tuviera agarrada de las manos le ayudó a conciliar el sueño, ¿verdad? --- Dijo, mirándome con un claro apremio en los ojos. 
   
   Yo no entendía nada. 
   
   --- .. Creo que sí. --- Entonces lo pensé mejor, y recordé la profunda calma que me embargó cuando se metió en la cama, y me rodeó con los brazos. Era como si estuviera dentro de una burbuja de luz, una burbuja en la que no tuviera que estar siempre concentrada en las sombras. 
   
   När pareció haber visto el brillo de la comprensión en mis ojos. Sonrió como si le hubiera tocado la lotería, y asintió. 
   
   --- Pues todo lo que siente usted, señorita, lo siente él por partida doble. --- Susurró, volviendo a mirar por el ventanal. Su voz había perdido toda felicidad; por el contrario, parecía apenada. Las palabras salieron con fluidez de sus labios: --- Es una indiscreción, y sé que él no querría que yo le confiara cosas de su vida privada, pero todo el mundo sabe de sus pesadillas. Y no me parece una casualidad que éstas remitieran a partir de su llegada. Su vida está solamente enfocada a protegerte, y seguirá haciéndolo aunque ésto signifique la destrucción de su alma, y, en la misma medida, de su vida. Usted es la que posee el control de su alma, su antheêh. 
   
   ¿Qué es un antheêh?
   
   Guardé silencio hasta que él terminó de hablar, sin poder creer lo que escuchaba. 
   
   --- .. Vaya. --- Susurré, con la garganta seca. 
   
   No podía creer que alguien sufriera lo mismo que yo. Y mucho menos, que ese alguien fuera .. él. 
   
   --- Si, vaya.--- Contestó När con una ligera sonrisa. No pasé por alto que esa sonrisa no llegara a sus labios. 
   
   --- ¿A sí que para ayudarlo tengo que estar siempre tocándole? --- Fruncí el ceño, sin llegar a comprenderlo aún. 
   
   Los ojos arrugados y violáceos de När me miraron con un súbito ardor. Su rostro, arrugado y blanquecino, no contenía emoción alguna, sólo un leve vestigio de preocupación en la comisura de sus labios. Una preocupación que, desde luego, no iba por mí. 
   
   --- No, no señorita. --- Murmuró. --- Lo único que él necesita es que no desaparezca de nuevo de su lado. --- En su tono de voz había una ligerísima reprimenda. 
   
   Aquella declaración me pilló por sorpresa. Una oleada de resentimiento traspasó mi piel, haciendo que frunciera el ceño. Yo ya sabía el porque de ese 'de nuevo'. 
   
   Le había hecho mucho daño saliendo a correr al bosque. 
   
   --- Si, sí. Vale, lo entiendo. No volveré a escaparme. Lo siento. 
   
   När asintió levemente, con las comisuras de los labios un poco más hacia arriba. 
   
   Y así, sin más demora, los dos nos pusimos otra vez a la tarea de buscar a Dave por todos lados. Ahora el silencio que nos envolvía era mucho más hondo, mucho más pensativo. Podría haberlo roto, pero yo tenía muchas, muchísimas cosas en las que pensar. 
   
   
   
   
   
                        Fin del capítulo. 
   
   
   
   
   
   
   

jueves, 20 de septiembre de 2012

· Capítulo 6: Herida abierta. [Primera parte]

    
    
    ·CAPÍTULO 6: Herida abierta. 
    
    
    Abby Nouva. 
    
    
    
    
    Arg.. Que calor. Pensé, y moví las piernas para apartar las sábanas de encima mía. No noté nada, y fruncí el ceño al ver que estaban todas arrugadas y amontonadas de mala manera a mis pies.
    
    Me dolía todo el cuerpo, que tenía entumecido y aún dormido. Moverlo me costaba lo mismo que me costaría levantar una piedra grande y dura sólo con un brazo, cosa que me hizo gruñir, mientras me estiraba, con todas mis fuerzas. 
    
    Al abrir los ojos tuve que parpadear. Del ventanal, siempre abierto, entraba una luz algo más tenue que antes, pero aún así demasiado fuerte. Y calor. Mucho calor. Me levanté alejándome de las mantas de la cama, y corrí a ducharme. 
    
    Mi mente adormecida por el sueño no podía hacer más que enumerarme una lista algo básica de las necesidades que mi cuerpo me gritaba tener que hacer después de ducharme. 
    
    Comer, eso lo primero. Ahora que mi estómago ya no era un amasijo apretado y engreñado de carne viva y temblorosa, parecía que volvía a tener apetito. 
    
    Y lavarme los dientes.. Puaj, que asco. 
    
    Sea como fuere, mi cuerpo se despertó rápido al recibir una corriente fría de agua, así que terminé aún más rápido de ducharme, cepillarme los dientes, ponerme ropa limpia, y salir de la habitación. No necesariamente en ese orden, claro. 
    
    Otra historia era mi pelo.. Ese nido engreñado de pelo cobrizo que cubría mi cabeza cual casco no era posible de desenredar ni con un martillo pilón. Tardé lo que a mi estómago y a mí nos parecieron décadas en alisarlo lo suficiente para recogerlo un mínimo. Al menos un moño de esos que le gusta tanto a Alex valdría para aplacar un poco el calor, ¿no? O eso me dije yo a mí misma. Lo que fuera para no esperar más para comer. 
    
    'O para no ver más lo que te ha pasado.' Susurró la voz de mi conciencia. 
    
    Y era cierto. Podía sentirme todo lo bien que que quisiera, pero las secuelas de estos últimos días eran evidentes. La chica que me miraba al otro lado del espejo no era yo, o al menos no como yo me recordaba a mí misma.
    
    Es decir.. ¿Siempre fuí así de pálida? ¿Siempre tuve esas tremendas ojeras bajo los ojos? Semilunas oscuras que oscurecen mis ojos.. No me gusta como quedan. Y, aunque mis ojos permanecen iguales, ahora son demasiado grandes para mi rostro, como ver dos enormes flores, verdes, en un cuadrado demasiado pequeño de césped. Simplemente, no encaja. No me gusta, y no quiero mirarme, pero lo hago. Yo tan masoquista como siempre. 
    
    Así que me dí aún más prisa en terminar, me recogí pelo como pude, alejándome de esa perturbadora imagen, y de tener que recordar lo que me hizo caer en esa imagen. 
    
    De camino al comedor me dí cuenta de que ya no me dolían tanto las muñecas ni las rodillas, pero el dolor del tobillo persistía ahí. Tanto que no pude ir tan rápido como mi estómago dictaba, por eso me alegré tanto de oler ese dulce olor de comida en el pasillo. 
    
    Al pasar las dos grandes puertas de madera oscura que abrían el acceso al comedor, la desilusión embargó mi anestesiado corazón. No había nadie. O, más bien cabría decir, no había nada de comer. 
    
    La sala; mucho, mucho más enorme que cualquier sala que se encontrase en esa mansión, lucía una soledad que ni yo aparentaba. Parecía dejada, sin color. Parecía abandonada, aunque luciese limpia y ordenada. Una dejadez que pareció avivar mi corazón dormido, y empujó a mi mente a pensar en los hechos que me habían deprimido en el transcurso de estos dos días. 
    
    ¿Qué como era la habitación más grande de la mansión? Bueno, grande. Era enorme. Un amasijo de paredes blancas, cuadros con filos dorados, y cortinas de un leve tono violeta en cada ventanal. Y había muchos, muchísimos. Todos abiertos, todos dejando entrar sendos torrentes de luz, con la leve brisa meciendo levemente dichas telas. También había unas tres telas de araña. Enormes, y con gran distancia unas de otras. En sus cristales brillaba la luz del sol, que parpadeaba en las paredes. 
    
    Mucha luz, que era lo que Nana había preparado para mí. Aún recuerdo el día en el que le pregunté el porqué de tanto sol natural en la casa, a lo que ella respondió: 
  
    'Porque así no tendrás que concentrarte en mantener las sombras a raya, cariño. Aquí siempre estarás rodeada de luz, de gente que te quiere y te cuida. Siempre estarás a salvo. Después de todo, para destruir a tus sombras sólo necesitas tres cosas: Compañía, felicidad y luz. Y tenemos la suerte de que siempre vayan cogidas de la mano, ¿no crees?'
    
    'Aquí siempre estarás rodeada de luz, de gente que te quiere y te cuida'. Que ironía, ¿Y dónde estás, eh, si esto es así? Las lágrimas empezaron a empujar tras mis ojos. 
    
    Sin previo aviso, una puerta lateral que no había visto, en la pared contraria en la que estaban los ventanales, se abrió. El ruido que hizo inmerso en el profundo silencio de la habitación me sorprendió como poco. Pegué un saltito, y me distrajo bastante. 
        
    De la puerta salió un chico, del cual sólo le vi la espalda. Alto, de pelo castaño y piel morena, llevaba el traje que tenía Mady pero con pantalones. Las dos bandejas que llevaba en la mano y ésto último dicho, me dejaron claro quién era. 
    
    No me vio, así que siguió a lo suyo. Llevó a las dos bandejas al centro de la gran mesa de madera oscura, larga y fina, que adornaba la habitación. Las dejó cerradas, pero sólo con ver la plata de las tapas y el dulce olor que salía concentrado de la habitación continua me recordaba la tremenda hambre que tenía. 
    
    Pero el hambre quedó olvidada un momento cuando lo oí. El chico, que seguía espaldas a mí, estaba tarareando. Con una voz honda y a la vez fina. Versátil, danzaba entre las notas como si el tararear fuera tan fácil para él como respirar. Esa cadenciosa melodía que yo recordaba tanto. Una dulce lección, un tema precioso, un recuerdo más de mi abuela: 
    
    
    
    
    Mientras veía como su espalda se movía una y otra vez de un extremo a otro de la mesa, ordenando de aquí para allá la mesa, a lo suyo, él seguía entonando con 'na' todas esas notas que componían la canción. Y, aunque él no lo notara, aunque a vosotros os parezcan unas dulce música que debería ser entonada siempre, para mí eran como pequeñas flechas envenenadas, lanzadas una a una directamente hacia el corazón. 
    
    --- ¡Oh! ¡Buenos días, señorita Nouva! --- Gritó una voz. Mis hombros, ahora un poco temblorosos, se encogieron por el sobresalto. Giré la cabeza en pos de esa voz, que me hablaba desde dentro de la habitación. Noté como el chico paraba de tararear. --- ¿Le apetece comer algo? --- Siguió.--- El señor nos avisó de que seguramente tuviera hambre al despertar, así que tenemos su almuerzo preparado, y aún caliente. 
    
    A medida que hablaba, el hombre se acercó a la puerta, y pude distinguir su figura entre la humareda que envolvía los fogones, y toda esa gente que adentro había. Aún así, su rostro sonriente y arrugado no me recordaba a nadie. 
    
    --- Eeeh.. Sí. --- Mi garganta estaba cerrada, negada a dejar salir alguna palabra.--- Tengo mucha hambre, y agradecería el almuerzo. Muchas gracias por las molestias.
    
    --- No diga tonterías.--- Dijo, con un tono jocoso y una sonrisa aún más ancha. Juntó las gruesas manos, dando una palmada, y las frotó mientras se dirigía de nuevo a la cocina. Me percaté de que su uniforme era totalmente blanco, no como el de Nar, ni como el chico que.. 
        
    El chico que conoce mi canción. 
    
    
    --- Señorita, ¿No estaría más cómoda esperando el almuerzo sentada en la mesa? --- Dijo una voz a mi lado, volví a sorprenderme. 
    
    Alcé la vista, y unos ojos de un marrón claro me asaltaron. Eran enormes. Unos espejos, nítidos y claros, del color del chocolate, me miraban de unos centímetros más arriba. Cerca, demasiado cerca para estar cómoda, me aparté.     
    
   El miró hacia otro lado, encogiéndose un poco de hombros, recitando un educado 'Como desees'. Pero su sonrisilla irónica me descolocó un poco. 
    
    Sé lo que pensáis. Amor, flechazo, todo lo que queráis. Era guapo, y supongo que era normal el sentir un poco de vergüenza al tenerlo tan cerca y mirándome tan directamente. Pero no, no me gustaba. Para nada. Dejadme que me explique: 
    
    --- ¿Dave? --- Susurré. Noté como mi mandíbula caía al suelo. Casi literalmente. 
    
    Su sonrisilla irónica se convirtió en una burlona en toda regla. 
    
    --- Pensaba que no te darías cuenta en la vida, luciérnaga. --- Dijo, y me envolvió en un gran abrazo de oso. Unos de esos que te levantan del suelo, te exprimen todo el aire que llevas en los pulmones, y te sacan una sonrisa de pura felicidad. 
    
    Dejad que os presente. Dave era .. Bueno, no sé bien como explicarlo. Era, más o menos, como Mady. Dave era el hijo del jardinero, el cual tenía sus dependencias en el bosque. Era mi mejor amigo de la infancia, pero tenía una cosa que lo separaba de la pequeña pelirroja: La profundidad de la amistad. Por mucho que quisiera e intentara Mady, nunca llegaría a tener la complicidad que yo tenía con Dave. La química. Dave era, más o menos, una copia algo más oscura del Ron que ya conocéis. Pero claro, Ron no me toca tanto como lo hace él. Dave tiene todo el derecho del mundo a hacerlo, no puedo ni contar las veces que me salvó de las sombras. 
    
    Me soltó demasiado pronto, porque mi sonrisa era enorme, igual que la suya. 
    
    --- Dios.. ¡Estas enorme, Dave! ¡Has crecido un montón! --- Exclamé, mirándolo aún más pasmada que antes. 
    
    Se encogió de hombros, sin parar de sonreír. Parecía más alto que Nathaniel, y eso que éste ya me sacaba media cabeza. Estaba.. como un armario, joder. El cuerpecillo fino y fibroso que poseía cuando me fuí no era nada comparado con lo que era ahora. La piel morena cubría un cuerpo del mismo acero que tenía su padre, siempre trabajando en el campo. Por un momento, me sentí más pequeña de lo que por sí yo ya era. 
    
    Sin decir palabra (Algo raro en él, es muy hablador), me condujo con un brazo hacia la mesa, y ví que allí ya tenía preparado un arsenal digno de un restaurante de postín, aunque yo solo quería un tenedor y una cuchara. El estómago me dictaminó que me sentara de una vez. 
    
    Lo miré con la interrogación en los ojos, y él se encogió de hombros de nuevo, y señaló con el mentón a la puerta de entrada. 
    
    --- Nathe me dijo que teníamos que tenerte preparada la comida. Habría tardado un poco más en prepararte la mesa, pero tus pasos de cerbatillo malherido se escuchan a tres kilómetros a la redonda. --- Comentaba, con una sonrisilla burlona mientras me servía agua fresca. 
    
    Fruncí el ceño. 
    
    --- Me duele el pie porque me caí en el bosque, por eso hago ruido. --- Dije de mala gana, mientras él seguía preparando lo suyo. 
    
    Busqué con la mirada algo que llevarme a la boca, y mi estómago se contrajo con la emoción. Había bandejas por doquier, con frutas de todo tipo. Además, también había zumo, que Dave se había encargado de echar en otro vaso. Una pila de tortitas con sirope de fresa, el plato que tanto le gustaba preparar a mi ma.. A Angelique. Y dulces, tartitas, nata para untar en la fruta, pan tostado con mermelada, huevos.. Había comida para un regimiento, toda para mí. Adelanté la mano para servirme las tortitas. 
    
    ---- ¿Te duele mucho el tobillo? --- Dijo Dave, de repente. Cogió los cubiertos de mis manos para servirlas por mí. Volví a fruncir el ceño. 
    
    --- Nah, no tanto. Sabes que soy fuerte. --- Me limité a contestar, aunque fuera mentira. Caminar rápido había hecho que ahora me palpitara un poco, pero era perfectamente soportable. Mi cuerpo prefería la comida al dolor. 
    
    --- No deberías haber ido, ¿sabes? 
    
    --- ¿Adohdeh? --- Dije con la comida en la boca. Eso le arrancó una sonrisa, cosa que me alivió un poco. Lucía preocupado, y no me gustaba. 
    
    --- Al bosque. No deberías haber ido al bosque, y menos sola. Ya no es lo que era antes, Abby. Tienes que tener cuidado con esas cosas. Violetta ya no está aquí para mantenerlos a raya. --- Mientras hablaba, seguía sirviéndome cosas, a medida que yo las engullía casi sin respirar. 
    
    --- ¿Mantener a raya a quienes? --- Pregunté por preguntar. Los huevos estaban riquísimos. Y las uvas con queso aún más. 
    
    Tardé en darme cuenta de que Dave se había quedado callado, mirándome. Cuando alcé la vista su bonita cara estaba fruncida en un ceño demasiado hondo para que me gustase. 
    
    --- ¿Qué pasa? --- Gruñí, parando de comer. 
    
    --- ¿No te lo ha contado?
    
    --- ¿Quién? ¿El qué? 
    
    Me miró y su expresión parecía dejar a las claras que se le escapaba algo. 
    
    Y así, de repente, dejó los cubiertos encima de la mesa y salió de la habitación con un '¿Qué coño está haciendo ese gilipollas?' murmurado en los labios. Tan rápido como una exhalación, sólo pude llegar a ver la falda de atrás de su chaqueta antes de que saliera por la puerta. 
    
   ¿Qué demonios pasa aquí?