¿Cuál es el personaje con el que más te identificas?

martes, 23 de octubre de 2012

· Capítulo 8: Secretos iluminados.

  
  
  
     [Changed the way you kiss me. - Example.] 
  
  
  
  
    · Capítulo 8: Secretos iluminados. 
  
  
     Abby Nouva.
  
  
  
  
  JODER. Joder, joder, joder, joder.. Joder. 
  
    El leer las iniciales de mi abuela fue suficiente como para demoler mi pilar de resistencia de una forma impresionante. Sólo ellas, esas letras doradas, fueron suficientes para echar bajo tierra mi único modo de defensa contras las sombras. Fueron suficientes, incluso, para hacer titilar levemente mi llama interior, que del blanco impoluto pasó a brillar con un gris perla. Por un momento, la habitación dejó de brillar, las sombras impidieron el paso de la luz por los ventanales, y me rodearon con su presencia. Por un momento, todo quedó oscuro, frío y totalmente solitario. 
  
    Por un momento, estuve tan aterrada que el grito se quedó atrancado en mi garganta. 
  
    La puerta se abrió. El susurro sinuoso de las sombras desapareciendo bajo las rendijas invisibles de las paredes me puso la piel de gallina, y comencé a temblar. 
  
    --- N-no puedo hacerlo. Lo siento. --- Aparté la caja de mí, intentando no vomitar. --- Lo siento de verdad. Lo siento. 
  
    Nathaniel cogió la caja. Sólo vi sus manos, pálidas, al tener la mirada baja, pero pude oír perfectamente su suspiro. Un suspiro de desagrado. 
  
    Se sentó a mi lado, lo que hizo que la cama cediera bajo su peso, y en un gesto demasiado natural para ser cierto me rodeó con su brazo. El contacto hizo que mis temblores remitieran, y la fresca temperatura de la piel de sus brazos desnudos penetró en mí con facilidad. Instantáneamente, el pilar de resistencia de mi cabeza cobró el sentido, y se mantuvo tan fuerte y duro que no parecía haber caído sin siquiera oponer resistencia hace unos segundos. Pero éste no era necesario, porque la densa burbuja de luz que siempre lo acompañaba me rodeó. 
  
    --- ¿Has llegado a abrir el baúl? --- Susurró, con la boca pegada a mi frente. 
  
    Negué levemente con la cabeza, con la mirada clavada en el dicho baúl. La imagen de nana se materializó en mi mente, y, entre toda esa fingida tranquilidad que me rodeaba, pude sentir el latigazo de dolor en mi pecho. Un escalofrío me recorrió la espalda. 
  
    --- Entonces, ¿Qué ha pasado? --- Volvió a preguntar, entrelazando los dedos de sus manos frente a mí. El muro que creaba alrededor de mí con sus brazos parecía incluso más impenetrable que la luz que nos rodeaba. 
  
  --- La caja está firmada por nana. --- Me limité a contestar. 
  
   Otro suspiro. En vez de contestar, pasó su nariz por toda la extensión de mi frente. El acto en sí resultaba bastante relajante, pero lo era más porque ésta era siempre la manera en la que me tranquilizaba mis padres de pequeña. 
  
    --- ¿Y por qué te hace tanto daño el pensar en ella? --- Inquirió. 
  
    Fruncí el ceño. ¿Porque me dolía no haber estado aquí en su muerte? ¿Porque su muerte me hacía daño? ¿Porque la había dejado sola?.. ¿Por qué? 

    >> ¿No crees que Violetta se sentiría defraudada al ver como sucumbes a las sombras sólo por pensar en ella? --- Dijo, de pronto. 
   
    El pensamiento hizo que mi cuerpo se tensara. Su nariz paró de danzar en mi frente, y su respiración cesó al poco tiempo. Alzó la cabeza para poder verme mejor, pero yo no fui capaz de devolverle la mirada.
  
    >> No es culpa tuya, Abelle. Murió por causas naturales cuando vivías lejos, no tiene nada que ver contigo, fue normal. Yo estaba aquí cuidando de ella cuando sucedió. Ni estaba sola, ni desprotegida.
  
    Sus palabras fueron calando lentamente en mí, aunque yo seguía estando reticente a lo que decía. Simplemente, no podía aceptar que estuviera aquí. Sólo eso.. ¿No? 
  
    Bajó un poco el rostro para tener los ojos a la misma altura que los míos, y me miró con la duda plasmada en sus facciones. Las pequeñas pecas salpicaban su rostro, pero sus ojos era lo que más me llamaba la atención. De un azul violeta, llamativos, brillantes. 
  
    Asentí con la cabeza. 
  
    >> Bien, todo arreglado. --- Dijo, con una enorme sonrisa en la cara. --- Ahora.. --- Deshizo el nudo que tenía a mi alrededor, y puso las manos bajo bajo mis brazos. Me levantó en vilo, y me sentó en sus piernas cruzadas, dándole la espalda. 
  
    --- ¿PERO QUÉ HACES? --- Grité, riéndome.
  
    Puse sentir el ligero temblor de su risa en mi espalda. Apoyó el mentón en mi hombro izquierdo, y con las dos manos consiguió coger el baúl y ponerlo en mis piernas estiradas. El peso sobre mis extremidades me inquietó un poco, pero la burbuja de luz que me rodeaba me dió tiempo para controlarme sin pensar en las sombras. 
  
    --- Ábrelo. --- Susurró, mirándolo todo por encima de mi hombro. 
  
    --- ¿No tenía que hacerlo sola? --- Dije, mirando lo poco que podía de su rostro. 
  
    --- No pienso dejarte sola después de lo que acaba de pasar. --- Respondió. 
  
  Convincente, supongo. De todas formas, no tenía ni idea de porqué no podía abrirlo delante de él. Era sufrir por sufrir, al fín y al cabo. 
  
    Miré el baúl con el ceño fruncido. Tenía que admitir que me imponía bastante, aunque aún no tenía ni idea de lo que podía haber dentro. Sabía que no tenía porqué temer, pero.. 
  
    Las manos de Nathaniel se arrastraron por mi estómago y se entrelazaron en mi vientre, lentamente. Nuestra piel no estaba en contacto (excepto por su mentón) pero tranquilizaba bastante. O, al menos, lo suficiente. 
  
    Arrastré los dedos por la inscripción, inspirando. El suave relieve de las letras era casi imperceptible al tacto, pero eso no le quitaba importancia. Le dí la vuelta a la caja para quedar con el candado frente a mí. 
  
    --- ¿Y la llave? --- Susurré, con la voz entrecortada. 
  
    --- A ti no te hace falta. --- Contestó, con la voz demasiado segura. El movimiento circular de sus dedos en mi vientre me infundió valor. 
  
    No entendí lo que dijo, pero, de todas formas, intenté abrirla. En cuanto toqué el candado, un sonoro 'click' inundó el silencio de la habitación, y la tapa se abrió sin necesidad de mis manos. 
  
    
    Y entonces, abrí por completo el baúl. 
  
    
  

viernes, 19 de octubre de 2012

· Capítulo 7: Un baúl lleno de recuerdos [Parte 2]

     
     
     [James Blunt- If time is all I have.] 

     
     [Parte 2]
     
     
     La caja descansaba en sus manos (más pálidas de lo normal, sorprendentemente) con una dejadez un tanto pasiva, lógicamente. Su tono violáceo oscuro atraía mi mirada como si tuviera sobre ella flechas de neón apuntándola con sus puntas. Era grande. Y parecía que pesaba bastante, por la manera en que los tendones de Nathaniel se le resaltaban en la mano. En las esquinas, de un aún más llamativo tono dorado, había enredaderas ascendentes de rosales con tal magnitud de detalles que aún viéndola desde cierta distancia y con los ojos adormilados, podía admirar con total facilidad. Pero lo que más llamaba la atención era la cerradura; grande, situada justo en el centro de la cara que miraba hacia mí, brillaba algo menos que el dorado de los rosales grabados, ya que parecía estar hecha de un cobre un tanto viejo y ennegrecido. 
     
     Pero la caja no era lo más sorprendente que había en la habitación. Lo que le quitaba el puesto era la tremenda cantidad de luz que entraba por los ventanales, siempre abiertos. Clara, cálida y brillante, no se apagaba por alguna sombra latente, porque no había ninguna ahí. Era increíble la diferencia que suponía tener a Nathaniel y a su extraño efecto presente, sentado en su butaca con orejas que yo ya había aceptado como suya (Aunque, a decir verdad, en esos momentos toda la casa era suya. 
     
     Y aunque en la habitación había una afable tranquilidad, embriagadoramente silenciosa, mik joven tutor no había hablado nada. Eso teñía el clima con un deje de fría incomodidad. No me atrevía a romper el hielo, en parte porque hacía tanto tiempo que no le veía y hacía tanto que no sentía esta dulce serenidad que resultaba algo shokeante. Y, por otra, Nathaniel tenía unas profundas arrugas entre las cejas, lo que me hacía querer mantener cierta distancia. Su rostro crispado, con los ojos clavados en la caja, me demostraba que le gustaba tanto dar malas noticias como a mí, y ésta no parecía nada buena. En circunstancias normales eso me preocuparía lo bastante como para que las sombras saltaran sobre mí en el acto, pero así, tan tranquila que casi podía estar en el mismísimo cielo, no pude sentir más que un poco de empatía por él. 
     
     Así que, lentamente e ignorando las quejas de mi tobillo casi curado, me senté con las piernas cruzadas sobre las mantas arrugadas que había dejado uno de mis famosas pesadillas. Adelanté la mano con indecisión, cogí la caja (en efecto, pesaba un poco. Necesité las dos manos.) la dejé junto a mí, sobre la cama, y deslicé los dedos donde antes estaba el baúl. 
     
     Fue increíble, lo juro. La que ya antes me había parecido una habitación llena de luz, ahora era una auténtica maravilla solar. Con el rabillo del ojo noté como definitivamente las sombras, ya replegadas y escondidas en su presencia, desaparecían de la habitación junto a aquel rastro hediondo y pútrido cuando nuestras pieles entraban en contacto. Y ya no había preocupaciones en mi interior, ninguna. El pilar de apoyo que tenía en el fondo de mi mente parecía endeble y enfermizo comparado con la enorme burbuja de luz que nos rodeaba, fina e impenetrable. 
     
     Nathaniel apretó mis dedos entre los suyos, obligándome a prestarle más atención a él que a la maravillosa habitación. La arruga que tenía en la frente había desaparecido por completo, y la curva entre su hombro y su cuello era infinitamente más relajada. Incluso, si le mirabas con cierto detenimiento, su tez tenía un poco más de color. 
     
     --- Aaaaah.. --- Suspiró, de repente, dejando caer la cabeza hacia delante. Las puntas de sus oscuros mechones tocaron las puntas de mis dedos. Ahora, con aquella luz impía y la burbuja que nos rodeaba, el negro de su cabellera se veía teñido por tonos acres, cobres y rojizos. 
     
     Ahora que me sentía con el nivel más alto de vida que había tenido desde.. desde nunca, me atrevía a preguntar: 
     
     --- ¿Por qué no has venido aquí todas estas noches? 
     
     No pasé por alto el hecho de que sus dedos se crisparon en cuanto exhalé la primera palabra. Pero éste hecho se vio relegado por la tremenda imagen de Nathaniel, mi tutor, el único chico al que no había visto ronreír nunca, mirándome entre sus mechones con una trémula sonrisa en los labios. 
     
     --- Tenía cosas que arreglar antes de explicártelo todo. --- Dijo, encogiendo los hombros con aire que inspiraba a la normalidad, pero que no engañaba a nadie. 
     
     Su tono era evasivo, y su respuesta también. En un mundo normal ahora estaría comiéndome las uñas, presa de la histeria por no poder entender nada de lo que me rodea y tener las respuestas tan deseadas ahí, junto a mi cadera. Pero claro, los dedos de Nathaniel me acariciaban la palma de la mano, empapando todos los nervios de mi cuerpo con su efecto hipnótico y tranquilizador
     
     Entonces es, cuando entre todo aquella tranquilidad, entendí el verdadero sentido de sus palabras. Mis ojos adormilados se abrieron totalmente al decir: 
     
     --- ¡Me lo vas a explicar todo! 
     
     Una leve sonrisa curvó, de nuevo, sus labios, pero bajó la mirada antes de poder llegar a comprobar si se reflejaba en sus ojos. 
     
     --- En realidad, yo no tenía que ser el tenía que explicártelo. 
     
     Inmediatamente supe de quién estaba hablando. Una sonrisa sin razón de ser se deslizó en mi rostro, cuando vi como punteaba una sombra en la esquina más alejada de la habitación. 
     
     Nathaniel siguió hablando como si nada, pero con un tono más apagado que antes. 
     
     >> Ahí dentro está todo lo que tienes que saber. --- Dijo, señalando con la barbilla la caja que había en mi costado. --- Al menos, supongo, que lo básico. Te dejaré sola para que leas, veas y compruebes todo lo que hay dentro, ya que.. 
     
     --- ¿Sola? --- Susurré, mirando la caja. Lo que antes me parecía una fuente inagotable de esas respuestas tan codiciadas por mi subconsciente, ahora me parecía una esquina oscura y hedionda, repleta de sombras que se desplegaban y me rodeaban, destruyendo todas los pilares de mi mente. Entonces, volví a susurrar las palabras que aparecieron en mi mente, instantáneamente :---  ¿Y si no me gusta lo que veo?.. 
     
     ¿Y si las sombras vienen cuando no estás aquí? .. 
     
     Quizás mi voz dejara escapar todo el temor que su efecto me dejaba tener, porque alzó la mirada tan rápidamente y con tanta preocupación que mismamente podría haber tenido escorpiones por todo el cuerpo. 
     
     --- Eh, voy a estar cerca. Al otro lado de la puerta. --- Buscaba mi mirada, apretando con fuerza los dedos que descansaban entre los suyos. --- Si la cosa se descontrola, solo tienes que gritar. Grita todo lo que puedas, que yo estaré aquí incluso antes de que tengas miedo. 
     
     Alcé la mirada, titubeante. 
     
     --- Quédate aquí.. --- Exhalé, finalmente. 
     
     --- Violetta me pidió expresamente que no lo hiciera, Abby. Sea lo que sea que haya ahí adentro, te tienes que enfrentar a ello tú sola. 
     
     No. Escuchar el nombre de ella era lo último que necesitaba oír. No me dí cuenta de que una lágrima errante surcaba mi mejilla hasta que Nathaniel, deshaciéndose de una de mis manos, la frotó con el pulgar. 
     
     Se levantó del sillón lentamente, y dejó caer la mano que tenía en mi mejilla más lentamente aún. Se iba a ir, lo veía. Apreté la mano que tenía entre las mías más fuertemente. 
     
     El ligero resoplido que dejó escapar entre sus labios me descolocó un poco. 
     
     --- ¿Dónde quedó la chica que huía de mí metiéndose en un nido de sombras? --- Dijo. Me embriagué la vista con su sonrisa, que no pude más que calcar en mi rostro. 
     
     --- El bosque no es un nido de sombras. --- Me defendí. Cogí la mano que descansaba en su costado y la puse de nuevo en mi mejilla. 
     
     --- Eso es lo que tú crees. --- Dijo. Y ahora, definitivamente, si tenía un tono de voz enfadado. 
     
     Pero no me importaba, sólo quería que me tocase. Porque la caja empezaba a tener un aura fría y oscura que no me gustaba nada, y porque no quería que mi pilar quedara demolido. Y por las sombras. Eso era lo peor. 
     
     Deslizó la mano que yo misma había dejado en mi mejilla por toda mi mandíbula, desde un suave roce en el lóbulo de la oreja hasta el mentón, y ahí subió un tanto mi rostro, obligándome a mirarle. 
     
     --- Estaré al otro lado de la puerta, pirilampo. --- Dijo, haciendo un énfasis extraño en esa igual de extraña palabra. --- Juro que estaré ahí, no dejaré que pase nada... He nacido para protegerte. 
     
     Exagerado..  
     
     Deshizo el nudo de nuestros dedos enredados, para poner la mano restante en mi otra mejilla. Deslizó los dedos por el mismo recorrido, desde un suave roce en el lóbulo de la oreja, hasta el mentón. Acercó su rostro al mío; tanto que podía sentir la suave cadencia de su respiración en mi rostro. Cerró los ojos, y entonces, sus labios rozaron mi nariz. 
     
     ... ¡MI NARIZ! 
     
     Para cuando me dí cuenta de lo que había hecho, el ya estaba temblando de arriba abajo por intentar aguantar las carcajadas. Instantáneamente, mis mejillas se incendiaron, contagiando al cuello, y prestando especial atención a mis orejas. 
      
     No mentiría al decir que en ese momento agradecería a la madre tierra que nos cayera un meteorito encima. 
     
     --- ¡Deja de reírte! --- Grité, completamente avergonzada. Aparté mis dedos de los suyos, y entonces la vergüenza que antes sólo había logrado atisbar se multiplicó por diez. Por cien. Por mil. 
     
     --- ¿A qué venía fruncir los labios de esa forma? Pffff... --- Y sus hombros volvieron a echarse a temblar. Al menos, tuvo la decencia de taparse la enorme sonrisa que tenía. 
     
     Maldito subnormal.. 
     
     --- ¡Cállate! Yo creía que ibas a.. 
     
     --- ¿A besarte? --- Me interrumpió, con las sonrisa aún persistente en sus labios. Volvió a tocar la piel de mis mejillas con la punta de sus dedos suavemente, con el tacto de una pluma, con lo que la calma que siempre reinaba en su compañía penetró en mí con la fuerza de un martillo pilón. En consecuencia, las ganas de romperle las rodillas a patadas disminuyeron un tanto. 
     
     Sus dedos volvieron a realizar el mismo recorrido, pero con una diferencia.  Su pulgar ahora pasó por mi labio inferior, recorriendolo con una parsimonia y lentitud enervante. Y, cuando el silencio ya era algo abismal entre nosotros, dejó descansar el dedo en la hendidura de éste. 
     
     No sé que era peor, si sentir eso que sentía cuando me tocaba de ésta forma (que no era nada parecido a la tranquilidad, créeme) o la forma en la que tenía clavados los ojos en mi labio. 
     
     Antes de que pudiera pensar algo en lo que decir, apartó la mano de mi rostro y se inclinó ligeramente para darme un beso en la frente. 
     
     --- No sé lo que hay dentro de ese baúl, así que no tengo ni idea de cómo reaccionarás después de esto. --- Susurró, con el ceño un poco fruncido. 
     
     Hmmm... 
     
     --- ¿Por eso te preocupas tanto? 
     
     --- Por eso me preocupo tanto, sí... --- Susurró. Y cuando empezó a dar los pasos que distanciaban su cuerpo del mío, la burbuja de luz que nos rodeaba se fue haciendo más y más fina, hasta acabar por desaparecer. 
     
     Sus pasos resonaron en el profundo silencio que dejaron sus dedos. Abrió la puerta. 
     
     --- Cuida de tu persona. --- Volví la cabeza. Su tono era tan autoritario como su expresión, aunque podía atisbar la preocupación en su mirada. 
     
     Asentí, sin tanta energía como antes. Entonces, cerró la puerta 
     
     Como si estuvieran activadas por  un resorte, los primeros vestigios de sombras empezaron a formarse en las esquinas de la habitación. Su sola presencia me recordó a lo que me tenía que enfrentar, cosa que ya no me hacía tanta gracia. El olor pútrido que desprendían se me antojó más fuerte de lo normal, aunque supongo que sería por el pequeño lapsus de tiempo sin olores que había disfrutado. 
     
     Miré la caja. Ahí, sobre las impolutas mantas blancas, tan cerca de mí que con sólo estirar un poco los dedos de mi mano derecha ya podía acariciarla, parecía inofensiva. Pero yo sabía que lo que había dentro podía hacerme caer con la rapidez de sólo leer un par de palabras. 
     
     Observé, cautivada, los dibujos grabados de su forraje. Las hileras de rosas que decoraban las esquinas de esa forma tan encantadora casi se tocaban unas con otras, en un entresijo de tallos, hojas y espinas. Y, de todos esos tallos engreñados salía una única rosa, de un dorado un poco más oscuro y de una belleza sin igual. El dibujo tenía tantos detalles y estaba tan trabajado.. No pude evitar sentir el deseo de pasar los dedos por la superficie, y no me resistí. Era tan suave y lustrosa, y tan mullida.. Por el tacto, parecía estar hecho de algún material parecido al cuero, pero sin tocarlo, su acabado era parecido a algún material férreo. Sencíllamente impresionante. 
     
     Lo cogí y la deposité en mis rodillas. Examiné con más minuciosidad cada parte de la caja, y encontré, para mi sorpresa, una inscripción en la cara opuesta a la había tenido hacia mí todo el rato. Con unas letras doradas extremadamente finas y delicadas, se podía leer: 
     
     
     
     
        " Para la princesa Rose-Abelle Nouva:
     
                 
     
          Que todos sus secretos sean iluminados al fín. 
     
                                   V.N. "
    
     
     
     ¿Princesa? .. ¿V,N.? No será.. ¿Violetta Nouva?
     
     ¿La caja era de nana?
     
     
     
     
     

miércoles, 26 de septiembre de 2012

· Capítulo 7: Un baúl lleno de recuerdos.

    
    
    [Bulletproof heart - My Chemical Romance.]
    [The ghost Of you - My Chemical Romance.]
    [Rivers flows in you - Yiruma.]
    [Falling in love - Yiruma.]
    
    
    
    
    
    Capítulo 7: Un baúl lleno de recuerdos. 
    
    
    
    Podéis imaginaros lo increíblemente grande que era la maraña que gobernaba mi cerebro. Mis pensamientos, inconexos, se enredaban, carcomían y pisaban unos a otros en un baile sin ritmo, tono, ni final. 
    
    När y yo pasamos toda esa tarde buscando a Dave, que no apareció hasta la hora de la cena, en el comedor. Al verlo, mi cuerpo me empujó a envolverlo con mis brazos en un gran abrazo de oso de los que tan especializado estaba él, pero lo notaba raro. Distante. Y siguió así con el paso de los días. 
    
    Y pasaron muchos, la verdad. Aunque el tiempo allí, en esa gran mansión, sin preocupaciones ni tareas, era más subjetivo. Las diferencias entre el día y la noche sólo las marcaban la luna y el sol, como si el tiempo no jugara ningún papel importante en ese lugar. Como si la mansión, en sí misma, tuviera una realidad propia. 
    
    No volví a ver a Nathaniel después de aquel.. ejem.. incidente. 
    
    Me costaba reconocer ante När, Mady, y Dave que las pesadillas me habían acechado todas las noches desde que él se quedaba a pasarlas conmigo. 
    
    Aunque las pesadillas no eran un caso nuevo, ésta vez tenían un matiz inquietante que me dejaban sin respiración: Ésta vez, eran mucho más fuertes. 
    
    Déjenme explicarme: Las sombras son cobardes. Te acechan siempre, escondidas en las sombras de las cosas, esperando. Acechan y acechan hasta que te pasa algo malo. Hasta que tu felicidad decae. Hasta que tu 'luz' se hace menos brillante. 
    
    Puede que no lo hayas notado, pero tú tienes una luz interior. Una luz que nunca sale, por eso nunca has sido atacado por una sombra. Pero está ahí, latente, como la llama de una vela. Cada vez que te entristeces, que tu estado de ánimo baja, la llama parpadea, hasta casi llegar a apagarse. Pero no lo hace, porque tu cuerpo la protege de todo los posibles peligros, ¿entiendes? 
    
    Tu gozas de la protección de tu propio cuerpo, pero yo ésta no la tengo. Mi cuerpo, según nana, no ha sido concebido para retener mi luz, si no para expulsarla a gran distancia. Su analogía favorita era un faro, aunque nunca la llegué entender del todo. Sea como sea, un faro tiene cristales y funciona con luz eléctrica, por lo que su luz no se apaga. Pero mi luz está libre, expuesta. Un blanco fácil para las sombras, que lo único que quieren es apagarla. 
    
    Lo único que puedes hacer para defenderte, el truco maestro, está en no dejar que la llama se apague, o mengüe. Mantenerse siempre 'optimista'. O, algo más fácil, aislarse y mantenerse indiferente hacia todo, intentando que sólo te afecten las cosas que te hacen feliz. Recuerdos, palabras, un verso, un color.. Sólo tienes que pensar en algo de eso, y tu 'llama interior' se reforzará. Cuanto más crece la luz, más férrea se hace la cosa que me hace crecer en mi mente, y más difícil es para la sombra convencerme de que no está. 
    
    Puede que parezca complicado, pero en la realidad es sumamente fácil. Más cuando estás con personas que te hacen sentir cómoda. Sólo tienes que tener una imagen en el fondo de tu mente, un recuerdo, cualquier cosa escondida en alguna esquina inservible de tu cabeza. Todo vale mientras siempre lo tengas presente. Y, con el paso del tiempo, tenerla ahí se te hace normal, hasta el punto de que te sientes extraña si no tienes tu punto de apoyo, como lo solía llamar nana, en todo momento. 
    
    Pero, ¿Qué pasa cuando duermes? 
    
    En el sueño, las cosas no son tan fáciles. No puedes concentrarte en retener el punto de apoyo en tu cabeza, por lo que tu llama queda a merced de las sombras toda la noche. Normalmente, tu llama puede aguantar unas dos o tres horas sin menguar de tamaño, pero después, lentamente, las sombras se acercan y van poco a poco apagándola, hasta hacerla casi inexistente, un leve retazo de fuego en tu interior. Es ahí cuando te entran las pesadillas. 
    
    Ahora entenderéis lo reconfortante que era tener la mano de Nathaniel en las noches, ¿no? Sólo su contacto era un punto de apoyo permanente e inamovible de tranquilidad en mi interior. Era como una burbuja de luz propia, una barrera. Fue la primera noche que aproveché entera en meses. El cielo. 
    
    Y ahora no lo tenía. 
    
    Pero, aunque me resentía no tener esa tranquilidad, conseguí acostumbrarme de nuevo. Mi mente se acostumbró a tener siempre el punto de apoyo en alza, aunque eso constituyera no dormir lo suficiente, como siempre. 
    
    Una mañana, Dave vislumbró las ojeras oscuras que había bajo mis ojos, y pude ver en los suyos un leve destello de preocupación, mientras me ponía el desayuno delante. 
    
    Esa noche había sido excepcionalmente tortuosa. Los recuerdos de Alex, Ron y Nïrell habían poblado mi mente toda la noche. Removí la comida en mi plato sin mucha hambre, y con unas ganas increíbles de dormir. 
    
    Dave se arrodilló a un costado de mi silla, mirándome con el ceño fruncido. Sus ojos, mirados desde arriba, parecían mucho más grandes. 
    
    --- ¿Qué te parece si duermo yo contigo por las noches? Quizás eso te ayude.--- Murmuró, a la vez que sus cejas se caían en los extremos. La preocupación en su voz era más que palpable. 
    
    Alzó la mano y me recorrió la mejilla con la yema de los dedos. 
    
    Su roce suave era cálido, cariñoso, pero no tenía nada que ver con la tranquilidad que me inspiraban los dedos de Nathan. Vio la respuesta en mis ojos, dejó caer la mano y me traspasó con una mirada insondable y hercúlea. Parecía, casi, como si se estuviera armando de valor para salir al campo de batalla. Un destello de ira brilló en sus pupilas, y la visión me dejó perpleja. Se levantó y fue hacia la cocina sin decir palabra. 
    
    Ahora que no tenía clases, los días se hacían increíblemente largos. 
        
    Normalmente dedicaba mi tiempo a leer todo lo que pudiera de mi biblioteca, no paré hasta que Celine me advirtió que me haría daño en la vista de tanto leer. Después intenté recordar cómo tocar canciones en el piano de nana, y När me ayudó en las pequeñas lagunas en mis recuerdos. E incluso me enseñó algunas más. Después me dediqué a ayudar ha Mady con las tareas que le imponían. Aunque no tardé mucho en ser relevada de mi nuevo 'cargo', pues tuve un traspiés y me caí. 
    
    El cubo de agua jabonosa para la ropa que llevaba en las manos cayó por los aires y me dejó empapada. Mi pelo chorreaba agua y espuma por todos lados, y mi ropa estaba impregnada de olor a jabón del suelo. Estábamos en el jardín, por lo que el agua fue absorbida rápidamente por el césped. Ojalá me hubiera absorbido a mí también. 
    
    Dave, que se encontraba como a diez metros de distancia, volvió la cabeza en cuanto escuchó el grito que Mady profirió cuando el agua le salpicó las espalda. Dirigió su mirada preocupada hacia mí, que intentaba levantarme con la poca dignidad que me quedaba en el cuerpo, y se echó a reír a carcajadas. 
    
    Miré a Mady, pidiendo algo de consuelo por la mirada, pero ella se tapaba la boca con la manga para intentar no dejar entrever la sonrisa que se apoderaba de sus labios. 
    
    Dave me ayudó a levantarme, con los ojos llorosos de las carcajadas. 
    
    --- Ya es bastante, ¿no? --- Refunfuñé, quitándome los restos mojados de césped de los antebrazos. Eso pareció hacerle reir aún más. 
    
    --- Deberías haber visto tu cara, en serio.. --- Dijo con voz temblorosa, enjugándose las lágrimas con los dedos. Cogió uno de mis brazos empapados y tiró de él hacia la casa. --- Ven, le voy a pedir a Celine una muda de rop.. --- Paró en seco cuando oyó el leve gemido que salió de mis labios al mover el tobillo. Me miró con el ceño fruncido. 
    
    Cerré los ojos con fuerza, mordiéndome la lengua para no dejar escapar la débil queja de mis labios. Un dolor punzante hacía palpitar mi tobillo, ya de por sí dolorido. 
    
    Aspiré repentinamente cuando Dave me levantó en vilo, pegándome a su pecho. Lo miré con los ojos como platos, mientras él componía un mohín infantil. 
    
    --- Solo tú puede caerte con un cubo en las manos y torcerte el tobillo.. --- Susurraba, refunfuñando, mientras caminaba con paso lento hasta la casa. --- Y encima me estás mojando.. --- Siguió. 
    
    En los escasos diez minutos que tardamos en llegar él ya me había echado un sermón extenuado y demasiado detallado de como caminar y no resbalarse en el césped. Para cuando llegamos, Celine le relevó el puesto con un rostro horrorizado y las manos en la boca, por mi aspecto. Me cayeron otros diez minutos de sermón, antes de que llegaran När. 
    
    Para mi profundo alivio, él solo me examinó el pie y me lo vendó en un silencio conciliador, compartiendo conmigo miradas de conspiración. 
    
    Desde entonces, pasé todos los días en cama. Es tan jodídamente aburrido pasar todo el día en una habitación... Las manchas grises y aburridas se difuminaban en el tiempo, sólo coloreadas por unas cuantas visitas por aquí y por allá. 
    
    Celine venía cada mañana, con mi desayuno, a contarme un par de cotilleos de la casa. A mi no me importaban lo más mínimo, pero agradecía el esfuerzo que aquella mujer hacía para hacerme la 'estancia' más llevadera. Mady venía con un blog de dibujo y un par de carboncillos pidiéndome ayuda para completar algunos bocetos. Se le daba bastante bien dibujar. Dave venía cada noche con la cena, y se quedaba sentado en la silla que yo había adjudicado como 'silla de Nathaniel', hasta que había cenado, charlado un poco, y haberme quedado dormida. No sé si después se quedaba la noche entera, pero por la mañana no estaba, y yo seguía teniendo pesadillas. 
    
    Y Nathaniel no aparecía. Y tampoco podía ir al bosque. 
    
    Estas dos semanas (Si, al día siguiente hacía 14 días desde mi llegada, se lo había preguntado a Celine) se me estaban haciendo increíblemente larga. 
    
    Y agotadora, porque la sombras cada vez eran más fuertes. O yo estaba más débil.     
    Sea como fuera, el décimo tercer día de mi llegada llamaron a la puerta poco después del desayuno. 
    
    --- ¡Puedes pasar!--- Grité, desde la cama, creyendo que era Mady con aquel estanque de cisnes con el que estaba inmersa en ese momento. 
    
    Pero no, no era Mady, por supuesto. 
    
    El rostro pecoso que entró en la habitación no era, para nada, mi pequeña y pelirroja amiga. Sus ojos violetas me miraron con una emoción que no pude identificar mientras se acercaba, muy lentamente, hasta su silla, sin apartar en ningún momento sus ojos de mí. 
    
    Entonces es cuando me dí cuenta de lo que llevaba en las manos. 
    
    Era.. ¿Un baúl?
    
    
    

lunes, 24 de septiembre de 2012

· Capítulo 6: Herida abierta. [Segunda parte.]

   
   
   
   [ First to the year - Equinox. (Skrillex)]
   [ Right in - Skrillex ]
   [Snuff - Slipknot.]
   [Wait and Bleed - Slipknot.]
   [Vermilion - Slipknot]
   
   
   Salté de la mesa en cuanto Dave salió de la habitación, pero para cuando me asomé por la enorme puerta de madera oscura, él ya no estaba.
   
   Le llamé (a gritos) hasta que Celine me reprendió por el escándalo que estaba montando. Lo busqué, ahora en silencio, por toda la casa. Salí al jardín, incluso me acerqué a hurtadillas al borde del bosque. Pregunté a todos los sirvientes que me encontraba, ignorando sus miradas curiosas al estar tan ansiosa. Hice caso omiso del dolor palpitante que se apropiaba de mi tobillo, e incluso hice que När me acompañara y me ayudara a buscar a Dave.
   
   ¿Que por qué me tomé tantas molestias? Bueno.. Aparte de Mady, él era uno de mis únicos amigos. Y, más importante ahora que no estaba con todos los demás. Estaba sola en aquella mansión, demasiado grande para siquiera sentirme cómoda en ella. Lo necesitaba, de la misma forma que necesitaba a Ron, Alex y a Nïrell para respirar. 
   
   När y yo nos encontrábamos en uno de los grandes pasillos principales que partían por la mitad la enorme mansión, y llevaba hacia la pequeña plaza que se encontraba en el centro de ella. Aunque no debería referirme a ella como 'pequeña', ahora que lo pienso. Sólo aquella plaza era más grande que mi casa anterior. 
   
   Los dos aportábamos ideas y comentarios en el momento oportuno, pero mientras caminábamos de un lado a otro, buscando al dichoso Dave, compartíamos un cómodo silencio, que me dejaba tiempo para pensar. 

   En algún momento incierto de la tarde, había apoyado una de mis manos en uno de sus blandos, delgados (pero firmes, muy firmes) brazos, ya que el dolor del pie me estaba matando. Sé que es era una tontería seguir buscando a pesar del dolor, pero no podía aguantar un día más encerrada en esa habitación. No podía. Creo que När lo sabía, y por eso no me había mandado allí, puesto que seguro Nathaniel había dado órdenes de tenerme en esa asquerosa jaula de oro. 
   
   Estaba tan habitada a aquel silencio amistoso, que me sorprendió un poco cuando me habló, con esa voz cadenciosa y suave: 
   
   --- ¿Durmió bien con el señor, señorita Nouva?
   
   Alcé la mirada, con los ojos como platos. A medida que mi mente iba analizando esas palabras una a una, el grado de color que aparecía en mis mejillas era cada vez mejor. Me ardía la cara, el cuello y las orejas. Pero, lo que más me sobrepasaba, era aquella vergüenza que me atenazaba la garganta y no me permitía hablar. 
   
   När esbozó una sonrisa tranquilizadora que a mí no me tranquilizó lo más mínimo, y yo, en vez de devolvérsela como pudiera, clavé mi mirada en el suelo y no volví a levantar la cabeza. No podía mirarle. No podía. 
   
   --- Y-yo.. ¿C-cómo es q-q-que ust..? 
   
   --- Señorita --- Me interrumpió suavemente, poniendo una mano sobre la que yo tenía en su brazo. Sentí su mirada en el rostro, pero yo seguí con los ojos clavados en el suelo. No exageraría al decir que, en esos momentos, sentías deseos de morir. --- Señorita.. ¿Por qué este cambio de actitud? ¿Por qué es un tema tabú el hablar de el señor con usted? A mi me parece una cosa bastante.. tierna, si me permite decirlo. 
   
   Alcé un poco la mirada, escondiéndome detrás de mis propias pestañas. Fruncí un poco el ceño. 
   
   --- Además --- Siguió När. Su mano, ligeramente fría y de piel suave, me resultaba tranquilizante.--- El señor necesita que le de de su luz, señorita. Ahora él está carcomido por la sombras, y no tiene a Violetta para que lo purgue. 
   
   Si quería que me volviera a abrir a la conversación captando mi atención, lo consiguió. 
   
   --- ¿Sombras? ¿Él no puede defenderse de ellas? --- Pregunté, algo sorprendida. 
   
   El defenderme de las sombras, después de mi partida, se había hecho tan fácil como respirar. Tenía recaídas, como es lógico, en las que ellas me mantenían retenida hasta que podía hacerles frente de nuevo, pero ya nunca me hacía daño. Ya nunca se acercaban tanto como para hacerme olvidar qué es la felicidad, y la idea de que él no pudiera defenderse de ellas me era extraña. Era como si tú, en tus plenas capacidades cerebrales, no pudieras andar.
   
   När negó con la cabeza lentamente, mirando al frente. 
   
   --- Señorita, las sombras sólo atacan a las personas que son como usted, o como Violetta. Ellas siquiera se acercan a las personas que no poseen vuestras características. Un ejemplo de esto soy yo mismo. --- Me lanzó una mirada suave, cargada de razón. 
   
   Miles de preguntas se formularon en mi mente, y otras tantas que ya tenía de mi niñez y que nadie me había sabido contestar. 
   
   --- ¿Por qué? ¿Por qué sólo me atacan a nana y a mí? ¿Y, entonces, porqué atacan a Nathaniel, si él no es como nana ni yo?
   
   När paró frente a uno de los grandes ventanales que poblaban una de las paredes del extenso pasillo. Estaba abierto, y las cortinas, blanquecinas flotaban en una danza dulce, lenta y encantadora al son de la brisa, que entraba por ella. Las vistas eran preciosas, y por un momento, el bosque se podía ver desde allí arriba me distrajo de la enorme curiosidad que me embargaba. 
   
   --- Señorita, explicar esas cuestiones es labor de el señor Laestrhän, no tengo derecho a explicarle nada de eso. --- Dijo, con la vista clavada, como yo, en el precioso bosque. Las montañas blanquecinas, algo emborronadas por la lejanía, brillaban débilmente al estar plenamente iluminadas con el sol de la tarde, haciendo que todo lo demás brillara a su vez. El efecto hacía parecer como si todo el paisaje estuviera cubierto de rocío, y la luz del sol hiciera resplandecer éste bajo su calor. Sus ojos brillaron. 
   
   En cuanto entendí su negativa, lo miré con el ceño fruncido. 
   
   --- Pero yo quie.. 
   
   --- No, nada de peticiones. --- Me cortó abruptamente, con una sonrisa delgada. Puso su brazo en jarra, para que yo se lo agarrara de nuevo. 
   
   --- Pero När, yo.. 
   
   --- Lo único que le puedo explicar por ahora, señorita, es que el señor necesita de usted para sentirse.. --- Paró un segundo, con aire pensativo.--- ¿Cómo decirlo..? Para sentirse vivo. --- Volvió ha hacer una pausa, esta vez con el ceño fruncido.--- No, más bien sería como.. Él ahora mismo se siente como tú te sentirías al no haber aprendido nada sobre supervivencia contra sombras. Ellas le atacan con las mismas pesadillas que tú sufrías de pequeña, con los mismos malos recuerdos, las mismas malas experiencias. Sacan lo peor que posee su alma, y se lo muestran en sus momentos de más necesidad. Tú, ante eso, te defenderías, pero él no tiene la fuerza para hacerlo, ¿entiendes?
   
   ¿Qué? Me susurré a mi misma. 
   
   --- ¿Y cómo puedo ayudarlo yo? Yo no sé nada más que lo que me enseñó mi nana. 
   
   --- Nana no te enseñó nada, querida. Violetta solo sacó a relucir lo que ya estaba dentro de ti. Ella sólo te ahorró todos esos años que conllevaría el aprender esos dones por ti misma. Unos dones que Nathaniel  no posee. 
   
   --- Entonces, ¿cómo puedo ayudarlo? --- Repetí, con un tono de voz bajo. Me sentía culpable (aunque de una forma bastante poco razonable) por lo que estaba pasando Nathaniel. Al fín y al cabo, yo ya había pasado por esas cosas. 
   
   --- Bueno... --- När volvió a mirar al paisaje, con rostro serio y voz honda y susurrante. --- Déjame preguntarte una cosa, pequeña. ¿Cómo te sientes cuando Nathaniel te toca? 
   
   Bajó la vista hacia mí, con un brillo irreconocible en los ojos. 
   
   Fruncí el ceño, sin comprender. 
   
   --- ¿Tocarme? ¿A qué te refieres..? --- Susurré, con un nuevo rubor en las mejillas. 
   
   --- ¿Sabe, señorita? Nathaniel se asustó bastante cuando escapaste al bosque. Fue él el que encabezó toda la expedición cuando tus padres cesaron en el empeño y abandonaron, extenuados, tu búsqueda. Hicieron llamar a Dave para ayudar, e incluso mandó otra media docena de la servidumbre a ayudar, aunque no hizo falta pedirlo mucho. Todos notamos desaparecer parte del peso de sus hombres, y suavizar parte de la tensión de sus ojos cuando te encontró a los pies de aquel sauce. Te llevó él mismo.. --- Hizo una pausa, en la que me miró con cierto aire gracioso.--- ..en volandas hasta la casa, aunque nosotros estábamos preparados para hacerlo. Y después se pasó toda la noche a tu lado, vigilando para que no recayeras y las sombras te atacaran. Los dos días que estuviste dormida, el mantuvo una de tus manos entre las suyas. 
   
   Paró. Así, sin más. 
   
   --- ¿Y ..? 
   
   --- ¿No resulta evidente? --- Preguntó. --- Dígame. ¿No hay una diferencia, una calma mayor, cuando vuestros cuerpos mantienen un mínimo de contacto? 
   
   Pensé un momento en lo que decía, rememorando esos pequeños trozos de consciencia que pude tener entre sueño y sueño. 
   
   Bueno.. Era cierto que cuando él me tocaba, el dolor se hacía más soportable, más llevadero. E incluso creía recordar que se lo dije una vez. Asentí lentamente, aunque no convencida del todo. 
   
   --- Que él le tuviera agarrada de las manos le ayudó a conciliar el sueño, ¿verdad? --- Dijo, mirándome con un claro apremio en los ojos. 
   
   Yo no entendía nada. 
   
   --- .. Creo que sí. --- Entonces lo pensé mejor, y recordé la profunda calma que me embargó cuando se metió en la cama, y me rodeó con los brazos. Era como si estuviera dentro de una burbuja de luz, una burbuja en la que no tuviera que estar siempre concentrada en las sombras. 
   
   När pareció haber visto el brillo de la comprensión en mis ojos. Sonrió como si le hubiera tocado la lotería, y asintió. 
   
   --- Pues todo lo que siente usted, señorita, lo siente él por partida doble. --- Susurró, volviendo a mirar por el ventanal. Su voz había perdido toda felicidad; por el contrario, parecía apenada. Las palabras salieron con fluidez de sus labios: --- Es una indiscreción, y sé que él no querría que yo le confiara cosas de su vida privada, pero todo el mundo sabe de sus pesadillas. Y no me parece una casualidad que éstas remitieran a partir de su llegada. Su vida está solamente enfocada a protegerte, y seguirá haciéndolo aunque ésto signifique la destrucción de su alma, y, en la misma medida, de su vida. Usted es la que posee el control de su alma, su antheêh. 
   
   ¿Qué es un antheêh?
   
   Guardé silencio hasta que él terminó de hablar, sin poder creer lo que escuchaba. 
   
   --- .. Vaya. --- Susurré, con la garganta seca. 
   
   No podía creer que alguien sufriera lo mismo que yo. Y mucho menos, que ese alguien fuera .. él. 
   
   --- Si, vaya.--- Contestó När con una ligera sonrisa. No pasé por alto que esa sonrisa no llegara a sus labios. 
   
   --- ¿A sí que para ayudarlo tengo que estar siempre tocándole? --- Fruncí el ceño, sin llegar a comprenderlo aún. 
   
   Los ojos arrugados y violáceos de När me miraron con un súbito ardor. Su rostro, arrugado y blanquecino, no contenía emoción alguna, sólo un leve vestigio de preocupación en la comisura de sus labios. Una preocupación que, desde luego, no iba por mí. 
   
   --- No, no señorita. --- Murmuró. --- Lo único que él necesita es que no desaparezca de nuevo de su lado. --- En su tono de voz había una ligerísima reprimenda. 
   
   Aquella declaración me pilló por sorpresa. Una oleada de resentimiento traspasó mi piel, haciendo que frunciera el ceño. Yo ya sabía el porque de ese 'de nuevo'. 
   
   Le había hecho mucho daño saliendo a correr al bosque. 
   
   --- Si, sí. Vale, lo entiendo. No volveré a escaparme. Lo siento. 
   
   När asintió levemente, con las comisuras de los labios un poco más hacia arriba. 
   
   Y así, sin más demora, los dos nos pusimos otra vez a la tarea de buscar a Dave por todos lados. Ahora el silencio que nos envolvía era mucho más hondo, mucho más pensativo. Podría haberlo roto, pero yo tenía muchas, muchísimas cosas en las que pensar. 
   
   
   
   
   
                        Fin del capítulo.