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viernes, 19 de octubre de 2012

· Capítulo 7: Un baúl lleno de recuerdos [Parte 2]

     
     
     [James Blunt- If time is all I have.] 

     
     [Parte 2]
     
     
     La caja descansaba en sus manos (más pálidas de lo normal, sorprendentemente) con una dejadez un tanto pasiva, lógicamente. Su tono violáceo oscuro atraía mi mirada como si tuviera sobre ella flechas de neón apuntándola con sus puntas. Era grande. Y parecía que pesaba bastante, por la manera en que los tendones de Nathaniel se le resaltaban en la mano. En las esquinas, de un aún más llamativo tono dorado, había enredaderas ascendentes de rosales con tal magnitud de detalles que aún viéndola desde cierta distancia y con los ojos adormilados, podía admirar con total facilidad. Pero lo que más llamaba la atención era la cerradura; grande, situada justo en el centro de la cara que miraba hacia mí, brillaba algo menos que el dorado de los rosales grabados, ya que parecía estar hecha de un cobre un tanto viejo y ennegrecido. 
     
     Pero la caja no era lo más sorprendente que había en la habitación. Lo que le quitaba el puesto era la tremenda cantidad de luz que entraba por los ventanales, siempre abiertos. Clara, cálida y brillante, no se apagaba por alguna sombra latente, porque no había ninguna ahí. Era increíble la diferencia que suponía tener a Nathaniel y a su extraño efecto presente, sentado en su butaca con orejas que yo ya había aceptado como suya (Aunque, a decir verdad, en esos momentos toda la casa era suya. 
     
     Y aunque en la habitación había una afable tranquilidad, embriagadoramente silenciosa, mik joven tutor no había hablado nada. Eso teñía el clima con un deje de fría incomodidad. No me atrevía a romper el hielo, en parte porque hacía tanto tiempo que no le veía y hacía tanto que no sentía esta dulce serenidad que resultaba algo shokeante. Y, por otra, Nathaniel tenía unas profundas arrugas entre las cejas, lo que me hacía querer mantener cierta distancia. Su rostro crispado, con los ojos clavados en la caja, me demostraba que le gustaba tanto dar malas noticias como a mí, y ésta no parecía nada buena. En circunstancias normales eso me preocuparía lo bastante como para que las sombras saltaran sobre mí en el acto, pero así, tan tranquila que casi podía estar en el mismísimo cielo, no pude sentir más que un poco de empatía por él. 
     
     Así que, lentamente e ignorando las quejas de mi tobillo casi curado, me senté con las piernas cruzadas sobre las mantas arrugadas que había dejado uno de mis famosas pesadillas. Adelanté la mano con indecisión, cogí la caja (en efecto, pesaba un poco. Necesité las dos manos.) la dejé junto a mí, sobre la cama, y deslicé los dedos donde antes estaba el baúl. 
     
     Fue increíble, lo juro. La que ya antes me había parecido una habitación llena de luz, ahora era una auténtica maravilla solar. Con el rabillo del ojo noté como definitivamente las sombras, ya replegadas y escondidas en su presencia, desaparecían de la habitación junto a aquel rastro hediondo y pútrido cuando nuestras pieles entraban en contacto. Y ya no había preocupaciones en mi interior, ninguna. El pilar de apoyo que tenía en el fondo de mi mente parecía endeble y enfermizo comparado con la enorme burbuja de luz que nos rodeaba, fina e impenetrable. 
     
     Nathaniel apretó mis dedos entre los suyos, obligándome a prestarle más atención a él que a la maravillosa habitación. La arruga que tenía en la frente había desaparecido por completo, y la curva entre su hombro y su cuello era infinitamente más relajada. Incluso, si le mirabas con cierto detenimiento, su tez tenía un poco más de color. 
     
     --- Aaaaah.. --- Suspiró, de repente, dejando caer la cabeza hacia delante. Las puntas de sus oscuros mechones tocaron las puntas de mis dedos. Ahora, con aquella luz impía y la burbuja que nos rodeaba, el negro de su cabellera se veía teñido por tonos acres, cobres y rojizos. 
     
     Ahora que me sentía con el nivel más alto de vida que había tenido desde.. desde nunca, me atrevía a preguntar: 
     
     --- ¿Por qué no has venido aquí todas estas noches? 
     
     No pasé por alto el hecho de que sus dedos se crisparon en cuanto exhalé la primera palabra. Pero éste hecho se vio relegado por la tremenda imagen de Nathaniel, mi tutor, el único chico al que no había visto ronreír nunca, mirándome entre sus mechones con una trémula sonrisa en los labios. 
     
     --- Tenía cosas que arreglar antes de explicártelo todo. --- Dijo, encogiendo los hombros con aire que inspiraba a la normalidad, pero que no engañaba a nadie. 
     
     Su tono era evasivo, y su respuesta también. En un mundo normal ahora estaría comiéndome las uñas, presa de la histeria por no poder entender nada de lo que me rodea y tener las respuestas tan deseadas ahí, junto a mi cadera. Pero claro, los dedos de Nathaniel me acariciaban la palma de la mano, empapando todos los nervios de mi cuerpo con su efecto hipnótico y tranquilizador
     
     Entonces es, cuando entre todo aquella tranquilidad, entendí el verdadero sentido de sus palabras. Mis ojos adormilados se abrieron totalmente al decir: 
     
     --- ¡Me lo vas a explicar todo! 
     
     Una leve sonrisa curvó, de nuevo, sus labios, pero bajó la mirada antes de poder llegar a comprobar si se reflejaba en sus ojos. 
     
     --- En realidad, yo no tenía que ser el tenía que explicártelo. 
     
     Inmediatamente supe de quién estaba hablando. Una sonrisa sin razón de ser se deslizó en mi rostro, cuando vi como punteaba una sombra en la esquina más alejada de la habitación. 
     
     Nathaniel siguió hablando como si nada, pero con un tono más apagado que antes. 
     
     >> Ahí dentro está todo lo que tienes que saber. --- Dijo, señalando con la barbilla la caja que había en mi costado. --- Al menos, supongo, que lo básico. Te dejaré sola para que leas, veas y compruebes todo lo que hay dentro, ya que.. 
     
     --- ¿Sola? --- Susurré, mirando la caja. Lo que antes me parecía una fuente inagotable de esas respuestas tan codiciadas por mi subconsciente, ahora me parecía una esquina oscura y hedionda, repleta de sombras que se desplegaban y me rodeaban, destruyendo todas los pilares de mi mente. Entonces, volví a susurrar las palabras que aparecieron en mi mente, instantáneamente :---  ¿Y si no me gusta lo que veo?.. 
     
     ¿Y si las sombras vienen cuando no estás aquí? .. 
     
     Quizás mi voz dejara escapar todo el temor que su efecto me dejaba tener, porque alzó la mirada tan rápidamente y con tanta preocupación que mismamente podría haber tenido escorpiones por todo el cuerpo. 
     
     --- Eh, voy a estar cerca. Al otro lado de la puerta. --- Buscaba mi mirada, apretando con fuerza los dedos que descansaban entre los suyos. --- Si la cosa se descontrola, solo tienes que gritar. Grita todo lo que puedas, que yo estaré aquí incluso antes de que tengas miedo. 
     
     Alcé la mirada, titubeante. 
     
     --- Quédate aquí.. --- Exhalé, finalmente. 
     
     --- Violetta me pidió expresamente que no lo hiciera, Abby. Sea lo que sea que haya ahí adentro, te tienes que enfrentar a ello tú sola. 
     
     No. Escuchar el nombre de ella era lo último que necesitaba oír. No me dí cuenta de que una lágrima errante surcaba mi mejilla hasta que Nathaniel, deshaciéndose de una de mis manos, la frotó con el pulgar. 
     
     Se levantó del sillón lentamente, y dejó caer la mano que tenía en mi mejilla más lentamente aún. Se iba a ir, lo veía. Apreté la mano que tenía entre las mías más fuertemente. 
     
     El ligero resoplido que dejó escapar entre sus labios me descolocó un poco. 
     
     --- ¿Dónde quedó la chica que huía de mí metiéndose en un nido de sombras? --- Dijo. Me embriagué la vista con su sonrisa, que no pude más que calcar en mi rostro. 
     
     --- El bosque no es un nido de sombras. --- Me defendí. Cogí la mano que descansaba en su costado y la puse de nuevo en mi mejilla. 
     
     --- Eso es lo que tú crees. --- Dijo. Y ahora, definitivamente, si tenía un tono de voz enfadado. 
     
     Pero no me importaba, sólo quería que me tocase. Porque la caja empezaba a tener un aura fría y oscura que no me gustaba nada, y porque no quería que mi pilar quedara demolido. Y por las sombras. Eso era lo peor. 
     
     Deslizó la mano que yo misma había dejado en mi mejilla por toda mi mandíbula, desde un suave roce en el lóbulo de la oreja hasta el mentón, y ahí subió un tanto mi rostro, obligándome a mirarle. 
     
     --- Estaré al otro lado de la puerta, pirilampo. --- Dijo, haciendo un énfasis extraño en esa igual de extraña palabra. --- Juro que estaré ahí, no dejaré que pase nada... He nacido para protegerte. 
     
     Exagerado..  
     
     Deshizo el nudo de nuestros dedos enredados, para poner la mano restante en mi otra mejilla. Deslizó los dedos por el mismo recorrido, desde un suave roce en el lóbulo de la oreja, hasta el mentón. Acercó su rostro al mío; tanto que podía sentir la suave cadencia de su respiración en mi rostro. Cerró los ojos, y entonces, sus labios rozaron mi nariz. 
     
     ... ¡MI NARIZ! 
     
     Para cuando me dí cuenta de lo que había hecho, el ya estaba temblando de arriba abajo por intentar aguantar las carcajadas. Instantáneamente, mis mejillas se incendiaron, contagiando al cuello, y prestando especial atención a mis orejas. 
      
     No mentiría al decir que en ese momento agradecería a la madre tierra que nos cayera un meteorito encima. 
     
     --- ¡Deja de reírte! --- Grité, completamente avergonzada. Aparté mis dedos de los suyos, y entonces la vergüenza que antes sólo había logrado atisbar se multiplicó por diez. Por cien. Por mil. 
     
     --- ¿A qué venía fruncir los labios de esa forma? Pffff... --- Y sus hombros volvieron a echarse a temblar. Al menos, tuvo la decencia de taparse la enorme sonrisa que tenía. 
     
     Maldito subnormal.. 
     
     --- ¡Cállate! Yo creía que ibas a.. 
     
     --- ¿A besarte? --- Me interrumpió, con las sonrisa aún persistente en sus labios. Volvió a tocar la piel de mis mejillas con la punta de sus dedos suavemente, con el tacto de una pluma, con lo que la calma que siempre reinaba en su compañía penetró en mí con la fuerza de un martillo pilón. En consecuencia, las ganas de romperle las rodillas a patadas disminuyeron un tanto. 
     
     Sus dedos volvieron a realizar el mismo recorrido, pero con una diferencia.  Su pulgar ahora pasó por mi labio inferior, recorriendolo con una parsimonia y lentitud enervante. Y, cuando el silencio ya era algo abismal entre nosotros, dejó descansar el dedo en la hendidura de éste. 
     
     No sé que era peor, si sentir eso que sentía cuando me tocaba de ésta forma (que no era nada parecido a la tranquilidad, créeme) o la forma en la que tenía clavados los ojos en mi labio. 
     
     Antes de que pudiera pensar algo en lo que decir, apartó la mano de mi rostro y se inclinó ligeramente para darme un beso en la frente. 
     
     --- No sé lo que hay dentro de ese baúl, así que no tengo ni idea de cómo reaccionarás después de esto. --- Susurró, con el ceño un poco fruncido. 
     
     Hmmm... 
     
     --- ¿Por eso te preocupas tanto? 
     
     --- Por eso me preocupo tanto, sí... --- Susurró. Y cuando empezó a dar los pasos que distanciaban su cuerpo del mío, la burbuja de luz que nos rodeaba se fue haciendo más y más fina, hasta acabar por desaparecer. 
     
     Sus pasos resonaron en el profundo silencio que dejaron sus dedos. Abrió la puerta. 
     
     --- Cuida de tu persona. --- Volví la cabeza. Su tono era tan autoritario como su expresión, aunque podía atisbar la preocupación en su mirada. 
     
     Asentí, sin tanta energía como antes. Entonces, cerró la puerta 
     
     Como si estuvieran activadas por  un resorte, los primeros vestigios de sombras empezaron a formarse en las esquinas de la habitación. Su sola presencia me recordó a lo que me tenía que enfrentar, cosa que ya no me hacía tanta gracia. El olor pútrido que desprendían se me antojó más fuerte de lo normal, aunque supongo que sería por el pequeño lapsus de tiempo sin olores que había disfrutado. 
     
     Miré la caja. Ahí, sobre las impolutas mantas blancas, tan cerca de mí que con sólo estirar un poco los dedos de mi mano derecha ya podía acariciarla, parecía inofensiva. Pero yo sabía que lo que había dentro podía hacerme caer con la rapidez de sólo leer un par de palabras. 
     
     Observé, cautivada, los dibujos grabados de su forraje. Las hileras de rosas que decoraban las esquinas de esa forma tan encantadora casi se tocaban unas con otras, en un entresijo de tallos, hojas y espinas. Y, de todos esos tallos engreñados salía una única rosa, de un dorado un poco más oscuro y de una belleza sin igual. El dibujo tenía tantos detalles y estaba tan trabajado.. No pude evitar sentir el deseo de pasar los dedos por la superficie, y no me resistí. Era tan suave y lustrosa, y tan mullida.. Por el tacto, parecía estar hecho de algún material parecido al cuero, pero sin tocarlo, su acabado era parecido a algún material férreo. Sencíllamente impresionante. 
     
     Lo cogí y la deposité en mis rodillas. Examiné con más minuciosidad cada parte de la caja, y encontré, para mi sorpresa, una inscripción en la cara opuesta a la había tenido hacia mí todo el rato. Con unas letras doradas extremadamente finas y delicadas, se podía leer: 
     
     
     
     
        " Para la princesa Rose-Abelle Nouva:
     
                 
     
          Que todos sus secretos sean iluminados al fín. 
     
                                   V.N. "
    
     
     
     ¿Princesa? .. ¿V,N.? No será.. ¿Violetta Nouva?
     
     ¿La caja era de nana?
     
     
     
     
     

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