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miércoles, 26 de septiembre de 2012

· Capítulo 7: Un baúl lleno de recuerdos.

    
    
    [Bulletproof heart - My Chemical Romance.]
    [The ghost Of you - My Chemical Romance.]
    [Rivers flows in you - Yiruma.]
    [Falling in love - Yiruma.]
    
    
    
    
    
    Capítulo 7: Un baúl lleno de recuerdos. 
    
    
    
    Podéis imaginaros lo increíblemente grande que era la maraña que gobernaba mi cerebro. Mis pensamientos, inconexos, se enredaban, carcomían y pisaban unos a otros en un baile sin ritmo, tono, ni final. 
    
    När y yo pasamos toda esa tarde buscando a Dave, que no apareció hasta la hora de la cena, en el comedor. Al verlo, mi cuerpo me empujó a envolverlo con mis brazos en un gran abrazo de oso de los que tan especializado estaba él, pero lo notaba raro. Distante. Y siguió así con el paso de los días. 
    
    Y pasaron muchos, la verdad. Aunque el tiempo allí, en esa gran mansión, sin preocupaciones ni tareas, era más subjetivo. Las diferencias entre el día y la noche sólo las marcaban la luna y el sol, como si el tiempo no jugara ningún papel importante en ese lugar. Como si la mansión, en sí misma, tuviera una realidad propia. 
    
    No volví a ver a Nathaniel después de aquel.. ejem.. incidente. 
    
    Me costaba reconocer ante När, Mady, y Dave que las pesadillas me habían acechado todas las noches desde que él se quedaba a pasarlas conmigo. 
    
    Aunque las pesadillas no eran un caso nuevo, ésta vez tenían un matiz inquietante que me dejaban sin respiración: Ésta vez, eran mucho más fuertes. 
    
    Déjenme explicarme: Las sombras son cobardes. Te acechan siempre, escondidas en las sombras de las cosas, esperando. Acechan y acechan hasta que te pasa algo malo. Hasta que tu felicidad decae. Hasta que tu 'luz' se hace menos brillante. 
    
    Puede que no lo hayas notado, pero tú tienes una luz interior. Una luz que nunca sale, por eso nunca has sido atacado por una sombra. Pero está ahí, latente, como la llama de una vela. Cada vez que te entristeces, que tu estado de ánimo baja, la llama parpadea, hasta casi llegar a apagarse. Pero no lo hace, porque tu cuerpo la protege de todo los posibles peligros, ¿entiendes? 
    
    Tu gozas de la protección de tu propio cuerpo, pero yo ésta no la tengo. Mi cuerpo, según nana, no ha sido concebido para retener mi luz, si no para expulsarla a gran distancia. Su analogía favorita era un faro, aunque nunca la llegué entender del todo. Sea como sea, un faro tiene cristales y funciona con luz eléctrica, por lo que su luz no se apaga. Pero mi luz está libre, expuesta. Un blanco fácil para las sombras, que lo único que quieren es apagarla. 
    
    Lo único que puedes hacer para defenderte, el truco maestro, está en no dejar que la llama se apague, o mengüe. Mantenerse siempre 'optimista'. O, algo más fácil, aislarse y mantenerse indiferente hacia todo, intentando que sólo te afecten las cosas que te hacen feliz. Recuerdos, palabras, un verso, un color.. Sólo tienes que pensar en algo de eso, y tu 'llama interior' se reforzará. Cuanto más crece la luz, más férrea se hace la cosa que me hace crecer en mi mente, y más difícil es para la sombra convencerme de que no está. 
    
    Puede que parezca complicado, pero en la realidad es sumamente fácil. Más cuando estás con personas que te hacen sentir cómoda. Sólo tienes que tener una imagen en el fondo de tu mente, un recuerdo, cualquier cosa escondida en alguna esquina inservible de tu cabeza. Todo vale mientras siempre lo tengas presente. Y, con el paso del tiempo, tenerla ahí se te hace normal, hasta el punto de que te sientes extraña si no tienes tu punto de apoyo, como lo solía llamar nana, en todo momento. 
    
    Pero, ¿Qué pasa cuando duermes? 
    
    En el sueño, las cosas no son tan fáciles. No puedes concentrarte en retener el punto de apoyo en tu cabeza, por lo que tu llama queda a merced de las sombras toda la noche. Normalmente, tu llama puede aguantar unas dos o tres horas sin menguar de tamaño, pero después, lentamente, las sombras se acercan y van poco a poco apagándola, hasta hacerla casi inexistente, un leve retazo de fuego en tu interior. Es ahí cuando te entran las pesadillas. 
    
    Ahora entenderéis lo reconfortante que era tener la mano de Nathaniel en las noches, ¿no? Sólo su contacto era un punto de apoyo permanente e inamovible de tranquilidad en mi interior. Era como una burbuja de luz propia, una barrera. Fue la primera noche que aproveché entera en meses. El cielo. 
    
    Y ahora no lo tenía. 
    
    Pero, aunque me resentía no tener esa tranquilidad, conseguí acostumbrarme de nuevo. Mi mente se acostumbró a tener siempre el punto de apoyo en alza, aunque eso constituyera no dormir lo suficiente, como siempre. 
    
    Una mañana, Dave vislumbró las ojeras oscuras que había bajo mis ojos, y pude ver en los suyos un leve destello de preocupación, mientras me ponía el desayuno delante. 
    
    Esa noche había sido excepcionalmente tortuosa. Los recuerdos de Alex, Ron y Nïrell habían poblado mi mente toda la noche. Removí la comida en mi plato sin mucha hambre, y con unas ganas increíbles de dormir. 
    
    Dave se arrodilló a un costado de mi silla, mirándome con el ceño fruncido. Sus ojos, mirados desde arriba, parecían mucho más grandes. 
    
    --- ¿Qué te parece si duermo yo contigo por las noches? Quizás eso te ayude.--- Murmuró, a la vez que sus cejas se caían en los extremos. La preocupación en su voz era más que palpable. 
    
    Alzó la mano y me recorrió la mejilla con la yema de los dedos. 
    
    Su roce suave era cálido, cariñoso, pero no tenía nada que ver con la tranquilidad que me inspiraban los dedos de Nathan. Vio la respuesta en mis ojos, dejó caer la mano y me traspasó con una mirada insondable y hercúlea. Parecía, casi, como si se estuviera armando de valor para salir al campo de batalla. Un destello de ira brilló en sus pupilas, y la visión me dejó perpleja. Se levantó y fue hacia la cocina sin decir palabra. 
    
    Ahora que no tenía clases, los días se hacían increíblemente largos. 
        
    Normalmente dedicaba mi tiempo a leer todo lo que pudiera de mi biblioteca, no paré hasta que Celine me advirtió que me haría daño en la vista de tanto leer. Después intenté recordar cómo tocar canciones en el piano de nana, y När me ayudó en las pequeñas lagunas en mis recuerdos. E incluso me enseñó algunas más. Después me dediqué a ayudar ha Mady con las tareas que le imponían. Aunque no tardé mucho en ser relevada de mi nuevo 'cargo', pues tuve un traspiés y me caí. 
    
    El cubo de agua jabonosa para la ropa que llevaba en las manos cayó por los aires y me dejó empapada. Mi pelo chorreaba agua y espuma por todos lados, y mi ropa estaba impregnada de olor a jabón del suelo. Estábamos en el jardín, por lo que el agua fue absorbida rápidamente por el césped. Ojalá me hubiera absorbido a mí también. 
    
    Dave, que se encontraba como a diez metros de distancia, volvió la cabeza en cuanto escuchó el grito que Mady profirió cuando el agua le salpicó las espalda. Dirigió su mirada preocupada hacia mí, que intentaba levantarme con la poca dignidad que me quedaba en el cuerpo, y se echó a reír a carcajadas. 
    
    Miré a Mady, pidiendo algo de consuelo por la mirada, pero ella se tapaba la boca con la manga para intentar no dejar entrever la sonrisa que se apoderaba de sus labios. 
    
    Dave me ayudó a levantarme, con los ojos llorosos de las carcajadas. 
    
    --- Ya es bastante, ¿no? --- Refunfuñé, quitándome los restos mojados de césped de los antebrazos. Eso pareció hacerle reir aún más. 
    
    --- Deberías haber visto tu cara, en serio.. --- Dijo con voz temblorosa, enjugándose las lágrimas con los dedos. Cogió uno de mis brazos empapados y tiró de él hacia la casa. --- Ven, le voy a pedir a Celine una muda de rop.. --- Paró en seco cuando oyó el leve gemido que salió de mis labios al mover el tobillo. Me miró con el ceño fruncido. 
    
    Cerré los ojos con fuerza, mordiéndome la lengua para no dejar escapar la débil queja de mis labios. Un dolor punzante hacía palpitar mi tobillo, ya de por sí dolorido. 
    
    Aspiré repentinamente cuando Dave me levantó en vilo, pegándome a su pecho. Lo miré con los ojos como platos, mientras él componía un mohín infantil. 
    
    --- Solo tú puede caerte con un cubo en las manos y torcerte el tobillo.. --- Susurraba, refunfuñando, mientras caminaba con paso lento hasta la casa. --- Y encima me estás mojando.. --- Siguió. 
    
    En los escasos diez minutos que tardamos en llegar él ya me había echado un sermón extenuado y demasiado detallado de como caminar y no resbalarse en el césped. Para cuando llegamos, Celine le relevó el puesto con un rostro horrorizado y las manos en la boca, por mi aspecto. Me cayeron otros diez minutos de sermón, antes de que llegaran När. 
    
    Para mi profundo alivio, él solo me examinó el pie y me lo vendó en un silencio conciliador, compartiendo conmigo miradas de conspiración. 
    
    Desde entonces, pasé todos los días en cama. Es tan jodídamente aburrido pasar todo el día en una habitación... Las manchas grises y aburridas se difuminaban en el tiempo, sólo coloreadas por unas cuantas visitas por aquí y por allá. 
    
    Celine venía cada mañana, con mi desayuno, a contarme un par de cotilleos de la casa. A mi no me importaban lo más mínimo, pero agradecía el esfuerzo que aquella mujer hacía para hacerme la 'estancia' más llevadera. Mady venía con un blog de dibujo y un par de carboncillos pidiéndome ayuda para completar algunos bocetos. Se le daba bastante bien dibujar. Dave venía cada noche con la cena, y se quedaba sentado en la silla que yo había adjudicado como 'silla de Nathaniel', hasta que había cenado, charlado un poco, y haberme quedado dormida. No sé si después se quedaba la noche entera, pero por la mañana no estaba, y yo seguía teniendo pesadillas. 
    
    Y Nathaniel no aparecía. Y tampoco podía ir al bosque. 
    
    Estas dos semanas (Si, al día siguiente hacía 14 días desde mi llegada, se lo había preguntado a Celine) se me estaban haciendo increíblemente larga. 
    
    Y agotadora, porque la sombras cada vez eran más fuertes. O yo estaba más débil.     
    Sea como fuera, el décimo tercer día de mi llegada llamaron a la puerta poco después del desayuno. 
    
    --- ¡Puedes pasar!--- Grité, desde la cama, creyendo que era Mady con aquel estanque de cisnes con el que estaba inmersa en ese momento. 
    
    Pero no, no era Mady, por supuesto. 
    
    El rostro pecoso que entró en la habitación no era, para nada, mi pequeña y pelirroja amiga. Sus ojos violetas me miraron con una emoción que no pude identificar mientras se acercaba, muy lentamente, hasta su silla, sin apartar en ningún momento sus ojos de mí. 
    
    Entonces es cuando me dí cuenta de lo que llevaba en las manos. 
    
    Era.. ¿Un baúl?
    
    
    

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