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martes, 17 de julio de 2012

· Capítulo 2: Despedidas [Segunda parte.]

  
[HIM - The funeral of hearts.]
  
  
   
  Aún estaba pensando en Ron. Cavilando lo que pasaba por su cabeza y el frío de su comportamiento. Y estaba apunto de correr en a mi habitación para llamarle cuando, de repente, el ruido de unos platos rotos rompió el silencio. 
  
  --- ¡ A DESAYUNAAAAAAR ! --- Gritó mi padre desde dentro. 
  
  Sonreí un poco, me froté los ojos somnolientos [ Eso de no dormir en toda la noche me pasaría factura] y entré en la casa. 
  
  Allí dentro mi padre me esperaba con un gran plato de tortitas en la mesa, y mi madre rebuscando en la nevera el sirope de chocolate. 
  
  --- Tienes que comer mucho. Sabes lo lejos que está la casa de Violetta.--- Dijo mi madre, poniendo el bote enfrente del plato. Se sentó en la silla contigua a la mía y echó un buen chorro de sirope de fresa al montón de tortitas que tenía delante, recién hechos.
  
  Si, la casa de mi abuela estaba lejos, metida en el bosque. Bueno, si llamas casa a ese semejante cúmulo de habitaciones, salas y jardines. Era, según el criterio e Ron, Alex y Nïrell, una auténtica mansión familiar. 
  
  Pero yo no miraba la mansión, me  centraba más en todos los secretos que me había enseñado Nana en el bosque que rodeaba la extensa finca. Éste, denso y algo oscuro, encerraba trucos y trampas por todos lados. Y a mí me encantaba.
  
  Me encantaba pasear de la mano con ella por los senderos. Me encantaba saber lo que hacer en todo momento, allí, dónde más de uno perdería los nervios de estar sólo. Me encantaba oír sus historias sobre los árboles, los animales y los seres que vivían ahí. Si es que aún estaba ahí, porque de todo esto hacía 8 años ya. 
  
  El leve ruido del plato blanco de mi padre en la mesa me hizo volver a la realidad. En su rostro, en el sitio que había frente a mí, me esperaba una sonrisa tan grande y blanca como la de mi madre. 
  
  Fruncí el ceño. 
  
  --- ¿Por qué tanta felicidad? --- Dice, pinchando con el tenedor mis tortitas. No me había dado cuenta de que habían puesto nata montada en ellas. Estaban deliciosas. 
  
  --- ¿Por qué no? Deberías probar eso de sonreír un poco.---- Contestó mi padre. 
  
  Fruncí aún más el ceño y él rió por lo bajo. 
  
  --- Deberías sonreír un poco más de aquí en adelante. --- Saltó mi madre. Tenía la mirada clavada en su plato de tortitas, y ella no parecía sonreír tanto.
  
  .. ¿Mi padre sonriendo y mi madre murmurando? 
  
  Era tan extraño que me parecía incómodo. De ahí que, mientras ellos conversaban sobre el viaje que se avecinaba, yo me dedicaba a devorar mi plato con saña. En cuanto terminé me levanté, dejé el plato en el fregadero y abrí la nevera para sacar el cartón de leche. No tenía ganas de coger un vaso, bebí del cartón sin que ellos se dieran cuenta. 
  
  --- Voy a subir mientras vosotros termináis. 
  
  --- Vale. --- Contestaron los dos a la vez. Y más sonrisas. Tantas de ellos me ponía de los nervios. 
  
  Subí a toda prisa, con el estómago lleno y un creciente sueño a mi segunda habitación. A la habitación Arco Iris. 
  
  A la luz del sol era aún más preciosa que de noche. Y más colorida. Todos mis pensamientos traspasados a imágenes, plasmados en la blanca pared. Una pared que ya no era blanca, ni mucho menos. Cada centímetro era de un color diferente. Todo entremezclado y extraño, exactamente como mi cabeza.
  
  Y ahí, frente a mí, el iris violeta de mi abuela. Era exactamente su ojo, su expresión. Había quedado perfecto.. Acaricié las negras pestañas con la punta de los dedos. El ojo era grande, cubría al menos la mitad de mi cuerpo, y tenía los colores muy concentrados y brillantes. Era un punto de luz en medio de la oscuridad de mi mente. Era mi abuela. Nada podía librarme de las sombras de la misma manera en que lo hacía ella. 
  
  Asentí, sonreí y me agaché para coger la pesada chaqueta entre mis dedos. Aún conservaba el aroma a Ron. 
  
  "Y no lo volveré a ver hasta .. ¿Cuándo? "
  
  Metí las manos en los bolsillos y observé a las sombras. Sólo por puro aburrimiento y cansancio.
  
  Y ahí estaban. Siempre persistentes, tan pequeñas que me resultaba hasta extraño. Ellas se comían la luz, se agrandaban de mis miedos y enfriaban la habitación. Su olor era horrible. 
  
  --- ¡ ABBY ! ¡NOS VAMOOOOS ! 
  
  Miré por el gran ventanal el exterior. Allí estaba mi padre con su coche, justo donde anoche estaba el coche oscuro de Ron aparcado. Si mi padre supiera eso.. Sonreí levemente. 
  
  --- ¡ VOY ! --- Respondí a toda voz. Pero era inútil, los dos estaban ya en el coche. 
    
 Dentro del coche había una tensión creciente, mal disfraza por una conversación parcial entre mis padres. 
  
  El coche arrancó, y la conversación siguió fluyendo hasta llegar a temas que a mí no me interesaban. Desistí del intento de comprender algo y me arrebujé en la chaqueta. Me quedaba enorme. 
  
  Segundos después el sueño consiguió vencerme. Apoyé mi frente contra el cristal y me dejé llevar.
  

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