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martes, 29 de mayo de 2012

· Capítulo 2: Despedidas. [Primera parte.]

   
   
   
   Capítulo 2: Despedidas.
   
  Abby Nouva.


   No pude dormir, me era imposible. Mi mente jugaba y imaginaba con demasiada facilidad todo lo que mi abuela, Violetta Nouva, diría al verme.
  
   ¿Hábría cariño en su mirada? ¿Abrazos? ¿Qué pensaría al verme?
  
   Yo, al menos, la recordaba rebosante de ternura. Comparía con ella los mejores momentos de mi vida. Era, de la forma más literal posible, la persona más querida de mi familia. Quizás, incluso, la única.
  
   Me quedé sentada en el ventanal de la segunda habitación hasta mucho después de la partida de Ron. Los primeros momentos estuve pensando en él, pero después el nerviosismo por anticipar lo que ocurriría al día siguiente ganó mi preocupación. Después, por puro aburrimiento, me puse a dibujar con tan solo los rayos de luz de la Luna para ver. Pero, ahora, era el sol el que iluminaba mi dibujo.
  
   Tardé un poco en darme cuenta de que había hecho un gran boceto de los ojos de mi abuela. Lo que más resaltaba de todo el conjunto era el lila del iris tan brillante como las estrellas mostraba al anochecer.
  
   Salí de allí sin dormir un solo minuto en toda la noche y me puse a hacer las maletas, pensando en la jornada escolar que me perdería por aquel viaje. Aunque tenía que reconocerlo: Prefería aquel viaje, con creces, a perder dos semanas de clase. Pediría a Alexandrah los apuntes de clase, y me pondría ha estudiar en cuanto regresara.
     
   Una piedra aterrizó en mitad del pasillo, justo entre mi segundo habitación, y mi habitación oficial, en la que yo estaba. Dos segundos después ya estaba asomada en el ventanal, con una sonrisa de oreja a oreja.
   
   Ron, su hermana Nïrell y Alexandrah me esperaban abajo, cargados con sus mochilas escolares.
   
   --- Pensé en traerlas después de la escuela, pero me estaban bombardeando a preguntas de tal manera que... ---Ron, con un rostro irónico, se encongió los hombros con las manos metidas en los bolsillos.
   
   --- ¿Se lo has contado? .--- No pude evitar preguntar.
   
   --- ¡PUES CLARO!--- Respondieron Alex y Nïrell a la vez, agarradas de las manos como si estuvieran enfermas. Puse los ojos en blanco.
   
   --- Puedes bajar, ¿No? --- Pregunyó Alex, subiéndose las gafas por el puente de la nariz con la mano libre.
   
   ---ASDASDASD ¡CLARO! --- Contesté, riéndome.
   
   No habían pasado dos instantes cuando abrí la puerta principal, ya en la planta baja. Automáticamente las tuve a las dos encima.
   
   Los brazos delgados de Nïrell rodeaban mi cintura, mientras escondía el rostro en mi pecho, tapado por su mata de rizos grandes y pelirrojos.
  
    Alex, por otro lado, nos abrazaba a las dos y mantenía su rostro en la curva de mi cuello.
   
   Las dos parecían a punto de llorar, y eso lo hacía todo aún más difícil.
   
   --- Oye.. que no es para tanto. Son como mucho dos semanas..
  
    --- ¡Y un comino! --- Me cortó Nïrell, con su vocecilla tapada por mis brazos. --- Ron nos dijo que no sabías cuando ibas a llegar.
   
   Miré con el ceño fruncido a Ron, que seguía tan tranquilo apoyado en su coche, con los brazos cruzados. Se encogió de hombros como única respuesta. Después, murmuró:
  
   --- ¿Porqué no decírselo? Se preocupan por tí. --- Bajó la mirada automáticamente, ante mi mirada de interrogación.
  
   --- No sé lo que le pasa, lleva así toda la mañana.. --- Me susurró Nïrell al oído.

    --- Ni siquiera se ha metido con nosotras.. --- Siguió Alexandrah, separándose un poco de mí. Conócía mi límite de abrazos y 'cariñitos', al menos. Ahora mi mente estaba en Ron.
   
   Después de que me preguntaran ínfimas cosas casi sin relevancia, y de que Ron permaneciera quieto con la mirada perdida, al final dijo:
   
   --- Oíd, queda poco para que empiecen las clases. ¿Os queréis saltar la primera o queréis volver? --- Su tono irónico era tan palpable que se podía cortar con un cuchillo.
   
   Las dos lo miraron malhumoradas, mientras permanecían agarradas a mí.
   
   Nïrell sonrió y me dió un suave beso en la mejilla y un último gran achuchón.
   
   --- Me tienes que hacer ese dibujo que te pedí..
   
   --- Claro, claro.--- Contesté. Después, me soltó por primera vez en todo el rato en que hablamos.
  
   Alex se acercó y me abrazó por la cintura.
   
   --- Pequeña luciérnaga.. Me tienes que escribir cartas toooodos los días.
  
    --- Y tu me tienes que coger los apuntes de las clases. --- Contesté, sonriendo.
  
    Ella se echó a reir. Me dió otro beso en la mejilla, y se fué, seguida de Nïrell, hasta el coche.
   
   Ron, que estaba aún en la misma posición relajada que antes, me miró por primera vez desde que le hablé.
   
   No habló. Y después de un interminable silencio incómodo, murmuré:
      
   --- ¿Está empezando a hacer frío, no?
   
   Lo que dije pareció hacerle gracia, porque sonrió y se acercó a mí con paso lento.
   
   Puso una mano en mi mejilla.
   
   ---¿Estás nerviosa? --- Susurró, acariciándo la piel de mi rostro.
   
   Bajé la mirada, sintiendo como mi cuerpo subía de temperatura.
   
   --- ¿Por qué? --- Contesté.
   
   ---Por que cuando no sabes qué decir, haces la primera pregunta que se te pasa por la cabeza. --- Sonrió.
   
   --- Pero de verdad hace frío.. --- Susurré, sintiendo como un suave viento gélido surcaba todo el jardín.
  
    Ron se encogió de hombros y me rodeó la cintura con sus brazos, apretando de tal manera que me obligaba apoyarme a él.
   
   En mi cabeza se encendió el interruptor de 'Demasiado cerca'. Bajé la mirada, y me devané los sesos en busca de un tema en el que hablar.
   
   --- Tu chaqueta..
   
   --- Quédatela. Hace frío. -- Dijo, de forma irónica. --- Tú, luciérnaga..

   --- ¿Qué? -- Susurré, alzando la mirada.
  
   --- ¿Me prometes que te cuidarás cuando yo no esté a tu lado?
  
   Fruncí el ceño, con el rostro pegado a su camisa. 
   
   --- ¿Porqué lo dices de esa for..?

   --- Tú sólo contesta.--- Me cortó.
  
   Puse los ojos en blanco, y sonreí de medio lado.
  
   --- Sé que nunca faltarás, no tengo porqué preocuparme por eso.
  
   Su rostro se tensó por un momento. 
   Después, sonrió de medio lado y mi dio un beso en la frente.

   Y sin decir nada más, me dió un último achuchón, dio media vuelta, y se metió en el coche con su hermana, y con Alex. 
   
   Me quedé ahí parada, mirando como el coche oscuro se perdía por el sinuoso camino que tenía que recorrer para llegar de la ciudad hasta mi casa. Y cuando ya se hubo ido, me quedé mirando el lugar por donde me había dejado. 
   
   Entonces el frío y el viento que había estado todo el rato a nuestro alrededor cesó, y las sombras volvieron a hacer acto de presencia para llenarlo todo de oscuridad y de ese olor pútrido que siempre las acompañaba. 
   
   Sabía que tenía que entrar en casa antes de que se acercaran demasiado a mí, pero yo no podía moverme. Estaba ahí, mirando el lugar por donde Ron se había ido. 
   
   No se porqué, pero tenía una mala, muy mala sensación. 
   
   

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