¿Cuál es el personaje con el que más te identificas?

jueves, 16 de agosto de 2012

· Capítulo 4: Nadie. [Primera parte]

  
  [ Three Days Grace - I hate everything about you. ]
  [ Slipknot - Snuff. ]
  [ Sum 41 - pieces. ]
  [Three Days Grace. - Last to know. ]
  
    
· Capítulo 4: Nadie. 
  
Abby Nouva. 
  
  
  
  Lo primero que vi al despertar fueron las cortinas flotar al son del viento. 
  
  Era evidente que no estaba con Berthon. También era evidente que estaba en la mansión de nana y que me habían traído mientras dormía. Eran listos. Sabían que si me encontraban despierta no podrían haberme traído de vuelta tan rápido, ni tan fácilmente. Los sirvientes se acordaban de mí, al menos. 
  
  Suspiré y comencé a levantarme para afrontar el día que estaba por venir. 
  
  --- No lo hagas. --- Me instó una voz. 
  
  Me quedé paralizada. Sentado junto a mi cama, con las codos en las rodillas y las manos unidas, estaba sentada el tipo de ayer. 
  
  A la intensa luz de la mañana que entraba por la ventana, pude verlo con la claridad que ayer me impedían las lágrimas: Una melena negra como el azabache colgaba en densos mechones hasta acabar en esa sensible parte en la que se une el cuello y el hombro. Su rostro era.. aniñado. Si, aniñado. Tenía una piel algo pálida que cubría un rostro lleno de pecas. Pecas oscuras, que parecían lunares muy pequeños. Su boca de un tono rosado era algo larga para encajar con esa nariz curvada y redondeada, pero casaba enormemente bien con sus ojos. Esos ojos tristes y grandes. Muy grandes. Repletos de pestañas. El conjunto de las pecas, las pestañas, y esa pequeña y redondeada nariz le hacía ver como alguien tan joven casi como un hermano pequeño.. Pero ese efecto desaparecía por completo al ver su complexión. ..Bueno.. Casi no cabía en la silla. Era no enorme. Ahora recordaba lo mucho que había tenido que alzar la cabeza para poder mirarle a los ojos, un detalle que había pasado por alto debido al histerismo que me carcomía por dentro. 
  
  --- ¿Cómo estás? --- Susurró, alzando la vista. Hasta ahora había estado mirando sus manos. 
  
  --- Supongo que bien. --- Respondí. 
  
  Él no siguió la conversación, y yo tenía la garganta demasiado reseca y dañada como para hablar con un desconocido que me ponía tan nervi.. 
  
  Fruncí el ceño, y lo miré. 
  
  --- ¿Qué pasa? --- Dijo al momento. Su mirada era tan tranquila que podría haber estado recitándome el abecedario y no habría diferencia. 
  
  --- ¿Qué es lo que estás haciendo? 
  
  --- ¿A qué te refieres? --- Frunció un poco el ceño. Una sorpresa, ya que su rostro no era muy expresivo. 
  
  ¿Por qué cuando estoy contigo me olvido del dolor? Quise preguntar. En cambio, susurré: 
  
  --- ¿Ha sido.. un sueño? 
  
  Suspiró, y volvió a bajar la mirada. Negó con la cabeza. 
  
  --- Si te refieres a el fallecimiento de Violetta.. No. No ha sido un sueño. 
  
  Algo muy parecido a la esperanza se rompió dentro de mi pecho. No es que hubiera hecho la pregunta queriendo. Había sido lo primero que se me había pasado por la cabeza. Supongo que aún no podría asimilar su muerte. No creía poder hacerlo nunca. 
  
  --- Una mañana demasiado bonita, ¿Verdad? --- Dijo el desconocido. Estaba mirando el ventanal abierto que había frente a mi cama. 
  
  No lo entendía, mi mente aún seguía embotonada por el enorme dolor de cabeza que me dio ayer por llorar. Lo miré con la interrogación en los ojos, y él alzó un tanto la comisura de sus labios. 
  
  --- Hoy hace 4 años de la muerte de Violetta. Hoy, exactamente. El mundo debería estar llorando su perdida con una enorme tormenta eléctrica, y no irradiando esta energía y esta felicidad, ¿no crees?
  
  No me estaba mirando, pero podía notar la rabia brillando en sus tristes ojos incluso en su voz. Tragué saliva y sentí un nudo en la boca del estómago.
  
  Por mucho que instaba a mi garganta a decir las palabras, éstas no salían. Al final las escupí todas juntas, de una vez:
  
  --- ¿Murió con dolor? 
  
  El desconocido se volvió para mirarme y volvió a enseñarme un amago de sonrisa. 
  
  --- Nos dejó feliz, Abelle. 
  
  Justo en ese momento llamaron a la puerta, y me ahorraron el tener que contestar a esa afirmación. A pesar de la calma que su presencia me trasmitía, esas palabras habían conseguido quitar un enorme peso de mis hombros. Me sorprendí saludando a la sirvienta que me traía el desayuno con una enorme sonrisa en los labios. 
  
  El desconocido se levantó, me acarició la mejilla con una la punta de los dedos y salió de la habitación con un simple 'Le deseo muy buenos días, señorita Nouva'. 
  
  Aproveché la presencia de la sirvienta para preguntarle el nombre del desconocido mientras desayunaba. Era el señor Nathaniel Laesträhn y estaba al cargo de la mansión desde que murió nana. No hará falta decir que escondí la pregunta entre otras muchas y las disfrazaba de indiferencia al formularlas. También intenté esconder el rubor que teñía mi rostro mientras ella recogía un poco la habitación, pero su sonrisa denotaba que no había tenido mucho éxito. 
  
  Antes de que saliera me enteré de un par de cosas más: 
  
  Había sido ése tal Nathaniel el que me había encontrado en el bosque, ayudado por un puñado de sirvientes. Me encontraron un poco antes del amanecer; pálida, temblorosa y llorando aún en sueños. Estaba tan derrotada que me habían bañado, cambiado y metido en la habitación sin siquiera desvelarme. Además, había pasado la noche entera sentado junto a mi cama, sin dormir. Aunque esa parte no me la creí mucho, ya que no tenía amago de cansancio o ojeras en su jodídamente perfecto rostro. 
  
  Después volví a sonrojarme al pensar lo de 'jodídamente perfecto rostro'. Engullí y el desayuno con ganas, y obedecí a la sirvienta al avisarme de que no podía moverme. Al parecer me había hecho algo más que un par de arañazos en las profundidades del bosque. Me había torcido una muñeca y tenía las dos rodillas y un tobillo hinchado. Comprobé todo eso mientras desayunaba y me sorprendí que fuera verdad. 
  
  
  Pero si pensáis que me quedé toda la mañana en cama es que no me conocéis lo más mínimo. No tardé nada en levantarme y vestirme para salir de aquella casa.  Los efectos tranquilizantes de la presencia del tal Nathaniel estaban empezando a desaparecer, y tras mi ojos empezaban a amontonarse unas lagrimas que no serían fáciles de controlar. Rebusqué en el armario hasta encontrar la chaqueta de Ron, pero no estaba. 
  
  Era extraño, pero sin ella me sentía casi desnuda. Definitivamente tenía que encontrarla. Salí de la habitación con esa misión en mente. 

  
  

  
  
  
    

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