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martes, 28 de agosto de 2012

· Capítulo 5: Nathaniel y sus ojos. [Segunda parte]

           
           
           
   [ Megadeth - Promises. ] 
    
    
    
    Creo que pude dormir un poco entre hipo e hipo. 
    
    Recuerdo algunas partes en las que cerraba un poco los ojos y me concentraba en el dulce olor de la bandeja que descansaba a los pies de mi enorme cama, dónde yo la había dejado. Allí, emanando calor y vapor como solo un plato recién hecho podía hacerlo, a mis pies, era lo único que podía calmarme. Y no porque tuviera hambre, no, si no por el simple hecho de tener algo más en lo que pensar. 
    
    Sea como sea, entre cada 'parpadeo' que daban mis ojos, el calor del plato que había en mis pies se hacía cada vez más leve, y el sol se iba ocultando más y más tras el bosque que bordeaba aquella maldita cárcel. Y entre 'parpadeo' y 'parpadeo' había una pequeña pausa negra. Un sueño sin sueños. Un pequeño descanso para mi cerebro, extasiado, después de estos dos agotadores días. 
    
    Y estuve entre cabeceo y cabeceo hasta que el hipo remitió, mis sollozos se calmaron, y mis lágrimas pensaron que necesitaban vacaciones. Cuando mi mente estaba demasiado embotada como para pensar, pude dormir. Y desde ahí, ya no sé cuanto tiempo dormí. 
    
    Noté con vaguedad que Mady entraba y quitaba la bandeja de plata que tocaba la punta de pie dolorido. Noté como corría las cortinas por la mañana. Noté como un par de mayordomos me metían en la cama y me tapaban con las mantas. Observé y observé, pero estaba tan cansada que nunca conseguía aguantar despierta hasta el momento que dejaban la habitación. 
    
    También noté que me despertaba cada dos por tres, y por tonterías. Me desperté por que una corriente de aire que entró por el ventanal abierto meneó unos mechones cobrizos de mi pelo a mi rostro. También me desperté porque oí unos pasos tras la puerta, y porque la manta que tenía sobre mí me hacía cosquillas en el tobillo. Notaba que no podía dormir a pierna suelta, por mucho que quería. 
    
    Y aunque durmiera poco, seguía teniendo sueños. 
    
    Unos eran tan cortos como mis tiempos de sueño. La mayoría eran tonterías, cosas sin sentido. Mi habitación arcoiris a la luz de la Luna, la última vez que la vi. Ron sonriéndome de esa manera tan cariñosa. Plumas con sangre cayendo del cielo en gran cantidad, acariciándome y manchándome de color borgoña. Nïr abrazándome con sus pequeñitos brazos. Alex pasándome una nota en mitad de la clase. Cosas sin sentido, sin fundamento. Cosas que mi cerebro inventaba mientras, supongo, intentaba reordenar la enorme maraña de pensamientos que lo componían en este momento. 
    
    Así que, después de un montón de pequeños sueños sin fundamento, no me esperaba eso que vino después. 
    
    Era un lugar oscuro, muy oscuro. Lo recordaba, yo había estado ahí. Los arboles altos, las raíces crispadas, el silencio brumoso. Sólo las estrellas iluminaban con su tenue luz el estrecho sendero del bosque que tenía a pocos metros de mí. Mi abuela no estaba, me había perdido. Era una idiota. Lo sabía, sabía que no debería haberme alejado de la casa de las hadas. Lo sabía.. 
    
    Pero es que tenía que hacer pipi, jopé.
    
    Me sorprendo un poco al oír como me recrimino a mí misma. Mi voz chillona y dulzona me atrae aún más recuerdos, muchas más sensaciones. Me había alejado del camping para hacer pis, ahora lo recuerdo. Aunque eso no me trae ninguna satisfacción. 
    
    Abby.. ¿Lo oyes? Son ellas. 
    
    Y ahora me veo a mí misma caminando detrás de mi yo pequeña. Puedo ver mis manos y mis pies, puedo controlarlos. No es como los otros sueños en los que me limito verlos como si fuera una cámara. No, puedo sentirlo todo, incluido de lo que la pequeña niña de ojos verdes que tengo delante de mí se refiere. 
    
    Las sombras.. Están detrás de nosotros. Las noto grandes y gruesas. Me esfuerzo por concentrarme y hacerlas desaparecer tal y como nana me enseñó. Pero el ruido de la flora marchitándose y desintegrándose a su paso me distrae, y de pronto me siento pequeña y débil. Me siento tal y como se parece la niña que me guía, con esa pequeña mueca de miedo y su temor en aquellos grandes y redondos ojos. 
    
    Si, recuerdo esto. Recuerdo como me asustaban las dichosas sombras. Como se esforzaban en seguirme a todas partes, y como me ponía a llorar nada más verlas. En aquel entonces, cuando aún no tenía la fuerza suficiente para controlarlas, sólo nana me ayudaba y me protegía. Recuerdo lo mucho que lloré esa noche. Bueno, ESTA noche. Miro con el ceño fruncido el pequeño cuerpo menudo de la chica, que clava la mirada en el infinito con determinación. 
    
    Abby.. ¿Por qué no lloras?  Me atrevo a preguntarle. 
    
    La chica sigue andando, sin hacerme caso, con los bracitos marcando el paso de su andar de forma decidida y constante. Toda ella era determinación y fuerza. 
    
    ¿Abby? ¿Me escuchas? 
    
    Siguió ignorándome. 
    
    Incapaz de hacer otra cosa, seguí andando y esforzándome en el intento de mermar un poco el poder de las sombras que nos rodeaban. Era inútil. Me sorprendí al ver que en vez de menguar, se multiplicaban. 

    Entonces escuché los sollozos. 
    
    Miré a la pequeña chica de cabello oscuro y cuerpo menudo que se había arrodillado frente a mí, en el frío suelo del bosque. Sus bracitos se abrazaban la cabeza mientras sollozaba y sollozaba. Craso error, pues era de eso de lo que se alimentaban las sombras. Fruncí el ceño y me concentré aún más en eliminar las sombras que se cernían, ya, sobre nosotras. 
    
    Ha muerto.. ¡Nana ha muerto! 
    
    Quedé paralizada al oír ese comentario. Mis brazos cayeron inertes a mis costados, mi mirada dejó de concentrarse en la sombra que tenía a mi lado, para pasar a dispersarse en lágrimas. Y mi boca.. mi boca pasó de ser una mueca decidida a sonrisa triste. Y ahí fue cuando lo sentí. Cuando sentí todo el dolor que aquella pequeña encerraba en su pequeño cuerpecito. 
    
    Todo el sufrimiento, toda la soledad. Todo aquel dolor traspasó su cuerpo para infectar el mío, para arañar aún más la piel de mi despellejado corazón y tintarlo del color acre de la putrefacción. Porque yo ya no tenía corazón, oh, no. Yo sólo tenía un amasijo de carne rota y doliente, el cual mi alma había intentado vendar con los pocos jirones de lo que quedaba de sí misma. Intentando salvarlo por todos los métodos posibles, pero sin darse cuenta de que aquello ya era imposible de salvar.
    
    --- ¡ABELLE! --- Gritó una voz, zarandeándome de un lado hacia otro con energía. 
    
    Cogí aire con fuerza y abrí los ojos lo máximo posible. Notaba en el ardor de mi garganta que estaba gritando. Paré en seco, pero grité de nuevo al ver que aún seguía en aquel maldito bosque. 
    
    --- Abelle, abelle. Shh, shh.. Así, sí. Mírame. ¿Ves? Estoy aquí. --- La voz dulce me susurraba mientras me acariciaba el rostro. Pero yo no lo miraba. 
    
    Repasé la mirada por todo mi alrededor. Los árboles oscuros y sinuosos habían sido remplazados por las paredes blancas de mi habitación. Y aunque la noche caía sobre ellas, brillaban y resplandecían en la oscuridad. No había ninguna sombra, ninguna. Tampoco estaba mi yo pequeña, llorando, en mitad del bosque.
    
    Alcé la mirada hacia el rostro que se cernía sobre mí. Era Nathaniel, y su piel suave y pecosa se estiró en una leve sonrisa aliviada al ver como mi respiración se iba ralentizando. Deslizó las manos por mi rostro por un segundo, las apartó, y se sentó de nuevo en la butaca de esta mañana. ¿O era ayer por la mañana?
    
    ..Entonces fue cuando me dí cuenta. El dolor, el frío, la soledad, todo había desaparecido. Sólo quedaba el sueño y el enorme cansancio de aquel sueño agotador. 
    
    Nathaniel me cogió una de las manos. Me crispé de la sorpresa, aunque también me percaté de que esa mano la tenía más templada que la otra, y que posiblemente llevaba toda la noche con esa mano entre las suyas. Alcé la vista hacia sus ojos, y sonreí levemente. 
    
    --- Cuando estoy contigo, me olvido del dolor, ¿sabes? --- Susurré, apenas consciente de lo que decía por estar recién despierta. Una sonrisa se deslizó entre mis labios, era la primera vez en días que sentía ganas de sonreír. --- Eres como un buen analgésico. 
    
    Él apretó los dedos, y los deslizó aún más fondo entre los míos. No dijo nada. 
    
    Pasaron los segundos, los cuales disfruté como si se trataran de puro oro. La sensación de tranquilidad, de plenitud, de felicidad.. Bueno, felicidad no, no sentía felicidad. Pero tampoco sentía tristeza. Era lo justo para estar relajada. Lo justo para poder dormir..
    
    --- Eh, tú.. --- Susurró. Abría los ojos lentamente, frunciendo el ceño. Me removí entre las mantas. --- Vamos, despierta y come algo. Llevas un día entero sin comer. 
    
    No tengo hambre.. Susurré en mi interior. 
    
    Él volvió a susurrar algo y a tirar de mi mano. Gruñí y escondí mi cabeza bajo las mantas. Oí una pequeña carcajada y un leves suspiro, antes de volver a quedarme dormida, maravillada por ese estado de paz, tanto mental como emocional. 
    
    
    
    
    Dormí mucho más. Bueno, mucho más de lo poco que había dormido antes. 
    
    Desperté renovada y despejada después de un largo sueño sin sueños. Me estiré un poco, aún entre las mantas, y hice una pequeña mueca al notar el leve dolor de tobillo que tenía aún. Pero eso sólo era una pequeña sombra en la blanca felicidad que nublaba mi mente. Y sí, ahora era felicidad. 
    
    Noté que tenía la mano presa en algo. Abrí los ojos, con curiosidad, y ví que los dedos de Nathaniel aún rodeaban los míos. Pero él estaba dormido, con la cabeza ladeada a un lado, medio apoyada sobre su hombro. Fruncí el ceño y tiré de su mano. 
    
    --- Oye, levántate. Dormir así tiene que doler.. --- Susurré. Abrió los ojos al instante, y me sorprendí mirando embelesada aquel brillo violeta a la brillante luz del día que entraba a raudales del ventanal. 
    
    Tenía el pelo negro alborotado, y el leve gruñido que soltó al enderezar el cuello me demostró lo que ya sabía. Sonreí un poco al mirarlo, sacando las piernas de las mantas. 
    
    --- Eh, eh, eh, ¿Qué haces? --- Dijo, con voz ronca por el sueño. Paró mis movimientos con una mano, y me obligó a volver a tumbarme en la cama. --- No puedes levantarte. 
    
    Oh, genial. Vuelta a las órdenes. No podía hacerme esto, no cuando estaba tan despejada y feliz. Joder, me había pasado toda una noche llorando, ¿Y seguía dándome órdenes? ¿No tenía corazón? 
    
    Él me miró con un amago de sonrisa en los labios, y me apartó un par de mechones castaños de la cara. Enrojecí al instante, por mucho que me jodiera admitirlo. El movimiento me pilló por sorpresa. 
    
    --- ¿Cómo has dormido? --- Preguntó, con una cadencia suave en la voz. 
    
    --- Mejor que tú. --- Contesté, riéndome. 
    
    Él asintió y sonrió un poco. Pero no paró de mirarme, en todo momento. Y tenía un extraño brillo en los ojos que no supe identificar.. ¿Amor? No. Era más parecido a la .. ¿Adoración?
    
    Volví a enrojecer. 
    
    --- Abby.. --- Susurró. Ahora su mirada era más severa. --- ¿Puedo pedirte un favor?
    
    --- Claro. --- Contesté, perpleja. Aún notaba cosquillas en el lugar de mi rostro donde sus dedos habían tocado mi piel. 
    
    --- ¿Puedo dormir en tu cama? 
    
    Fruncí el ceño, pero después asentí. Comencé a salir de las mantas de nuevo. 
    
    --- No, no. --- Susurró. --- Me refería a meterme en la cama. Contigo. 
    
    ¿Qué? 
    
    --- ¿Por qué? --- Contesto, con las cejas demasiado alzadas para aparentar la normalidad que quiero aparentar. 
    
    Nathaniel gira un momento la cabeza. Después vuelve a mirarme, y sonríe un poco, encogiéndose de hombros de una manera un poco exagerada. 
    
    Pero un segundo después acercó su rostro a mí (más de lo que ya estaba), y me susurró en tono conspirador: 
    
    --- Celine se enfadará si ve que vuelvo a mi habitación a estas horas, no puedo arriesgarme a encontrármela en los pasillos. --- Me miró y sonrió, como si me acabara de decir la clave de la inmortalidad. 
    
    Puse los ojos en blanco, aunque en el fondo me sorprendía aquel lado juguetón de 'El señor de la casa.' Y no pude negarme, por supuesto. Asentí, a la vez que Nathaniel me daba un apretón en la mano que tenía entre las suyas. Fruncí el ceño, ya que no recordaba como había llegado ahí. 
    
    Y antes de que me diera cuenta, ya tenía su pecho pegado a mi espalda, y un brazo sobre mi vientre.  Acomodó el brazo restante bajo mi cabeza, y sonreí un poco al ver como entrelazaba las dos manos delante de mi. Sonreí.. pero en realidad estaba como un tomate. Mis mejillas estaban ardiendo, y notaba el brillo de la incandescencia en mi cuello. 
    
    Pero poco a poco aquel sentimiento se fue, y aquella característica tranquilidad que me transportaba y rodeaba Nathaniel fue relajándome y relajándome, como una nana. Su piel, ligeramente más fría que la mía, me refrescaba bajo las mantas; y la cadencia constante de su respiración acariciaba mi pelo. El mentón que tenía sobre mi coronilla me hacía sentirme segura y querida, al igual que el resto del abrazo. 
    
    No pude evitar recordar el último abrazo que me dieron, y sentí una punzada de pesar al pensar en Ron, pero mucho más leve de lo que sentiría al estar lejos del alcance de Nathaniel. Todas las malas emociones se veían menguadas, acorraladas contra las paredes de mis nervios, dejando paso a las más agradables. 
    
    --- Nathaniel.. ¿Cuanto llevo durmiendo? --- Pregunté con curiosidad, agarrándome a su brazo. 
    
    Esperé, pero no recibí respuesta. El brazo inerte que caía sobre mi cintura demostraba que ya se había dormido, y que además, dormía como un tronco. 
    
    No pude evitar sonreír estando en aquel estado emocional en el que estaba. Dí media vuelta y abracé la cintura de mi nuevo tutor, apretando la cara contra su pecho. Ya puestos, estando tan bien como me encontraba en este momento, podía dormir un poco más, ¿no?
    
    Cerré los ojos y me dejé llevar por la soñera que pendía de mí. Ya no tenía miedo a que sueños poblaría mi mente mientras descansaba aún más. 
    
    
    
   

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